editorial

Málaga se inunda casi como en 1989

UNA tromba de agua provocó las terceras inundaciones de gravedad que sufre esta provincia en apenas un mes, después de un trienio de sequía. La capital registró los peores daños. Aunque de 10:00 a 14:00 en la zona del Atabal se contabilizaron 112 litros por metro cuadrado, fueron los 56 litros de lluvia, concentrados en una hora, los que se bastaron para destapar graves carencias de infraestructuras, de norte a sur y de este a oeste, en polígonos, en barrios periféricos y núcleos marginales. Las principales arterias de la capital quedaron impracticables e incluso anegadas, como la Avenida de Andalucía o Héroe de Sostoa. También la crecida de los arroyos en la zona este causó grandes bolsas de agua y la ronda de circunvalación sufrió desprendimientos. En el poblado marginal de los Asperones, un asentamiento provisional que se prolonga durante décadas por la desidia de las administraciones, hubo que evacuar a una veintena de familias. El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, recién aterrizado de Nueva York donde, paradojas de las circunstancias, vendió la ciudad como "un paraíso inteligente", defendió que la capital de la Costa del Sol "está fuerte", en comparación con lo sucedido hace 23 años, aunque admitió que permanecen algunas fragilidades. Lo cierto es que numerosos episodios de los registrados se repitieron en las famosas riadas del 14 de noviembre de 1989, y entonces el volumen de agua que soportó la urbe fue prácticamente del doble que ayer. Es el momento de atender las emergencias, valorar daños y emitir un diagnóstico preciso de lo sucedido. Cumplidos estos trámites imprescindibles hay que preguntarse si en estas últimas horas sólo la fuerza de los elementos han conseguido desnudar a la quinta ciudad de España o, el temporal ha contado con la colaboración necesaria para lograr su propósito. La red de saneamiento se ha mostrado insuficiente, sobre la limpieza de cauces y arroyos, y más en este época de crisis, hay más que sospechas de que también han sido víctimas de los ajustes. Ahora, además, resulta una quimera recordar el incumplimiento del plan de defensa forestal que en ocasión de aquellas tristes riadas la Junta aprobó para prevenir futuras inundaciones y que como es fácil de comprobar nunca se hizo.

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