LO he aprendido. Las personas somos nuestro último momento, ese que nos brinda el bagaje cotidiano y que nos hace ir rectificando a poco que estemos atentos. Estamos en permanente proceso de cambio, eso lo sabemos, pero nos empeñamos en interpretar el mundo como si se estuviera quieto.

¿Acaso cree alguien que Julián Muñoz es hoy la misma persona que asumió la alcaldía de Marbella? Es más. ¿Alguien es capaz de aventurar qué tipo de persona es hoy Julián Muñoz después de su paso por la cárcel? Sin duda que sí, no hay más que poner la tele para comprobarlo.

Parece instintivo, es como un resorte para sobrevivir. Solemos etiquetar y juzgar y sólo percibimos lo malicioso de esta costumbre cuando los juzgados somos nosotros.

En los medios de comunicación hemos hablado tanto del caso Malaya que muy a menudo me pregunto a dónde mirarán, con qué se distraerán los más allegados a los imputados para no padecer úlcera de estómago.

Ahora, con Roca en libertad después de haber conseguido juntar un millón de euros para pagar la fianza que le exigía el juez, ya tenemos nuevo asunto para la distracción. Podemos contar el momento exacto en el que cada día llega al juzgado para tener la primicia de que hasta ese instante no se ha fugado.

Y esperemos que Juan Antonio Roca no intente cumplir con la ironía de volver a su trabajo en el Ayuntamiento de Marbella, porque el escándalo podría ocupar páginas y páginas de reacciones en cascada.

Me inquieta que, por muy escabrosos que resulten los detalles, nos quedemos sólo en las anécdotas que alimentan el morbo colectivo y no en las claves para interpretar el por qué de todo lo que está ocurriendo.

Recientemente asistí a una conferencia de la corresponsal de guerra Nuria Varela. Esta periodista asturiana está convencida de que su "mirada de género" ha hecho distintos sus relatos. En sus crónicas se ha preocupado menos de las bombas que de la vida en los campos de refugiados, menos del avance de unas u otras tropas que de los atropellos que sufría la población civil en uno u otro conflicto bélico. Varela confía en los valores de la mujer para cambiar el mundo, porque allá donde ha viajado como corresponsal de guerra ha visto cómo las mujeres han sido capaces de mantenerse en una resistencia pacífica.

Oyéndola hablar me pregunté por qué nosotras las mujeres caemos en el juego que en esta sociedad nuestra nos sirven en bandeja, tenernos distraídas con cotilleos más o menos trascendentes en los reality show para ver si así consiguen reducir cada vez más nuestra capacidad de raciocinio y demostrar que lo que realmente nos hace felices son los anuncios publicitarios, destinados a que sepamos que nuestro reino sigue siendo la cocina y nuestra dependencia la moda y la cosmética, mientras que el reino del volante y de la carretera sigue siendo masculino.

Creo que las mujeres, que sabemos mucho de convivencia y sentimientos, tenemos que empezar a reivindicar pacíficamente una información distinta, que nos haga crecer como seres humanos.

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