Alerta la ONU del extremo nivel de pobreza infantil en España. En su informe, señala un país a dos velocidades radicalmente opuestas, entre la prosperidad asentada en niveles de desarrollo creciente y las familias que, directamente, no pueden completar tres comidas al día. Admite la Junta de Andalucía que la cifra de personas que viven en la pobreza en la comunidad es de 3,2 millones. En una población de ocho millones daría que pensar, al menos. O para que sonaran alertas más contundentes, quién sabe. El problema es que hemos llegado hasta aquí de tapadillo, sin habernos dado cuenta, con los titulares y las atenciones puestos en otra parte, en gran medida porque la política ya no se dedica a resolver los problemas de la gente, o por lo menos aportar posibles soluciones. A estas alturas no hay ejercicio de la política fuera del poder, con lo que todo se reduce a garantizar la supervivencia de los partidos (el fin del bipartidismo también sirvió para alimentar esta maquinaria opaca y derrochadora) y airear banderas, patrias, identidades, fronteras, agravios, derechos históricos y demás fanfarria con tal de que la burguesía de siempre, que es la que se ha alimentado tradicionalmente de los nacionalismos, centralistas o periféricos (da lo mismo), pueda seguir tranquila con los pies calentitos. Mientras tanto, bueno, fuera de los titulares y de las mesas de negociación, la vida sucede. Con padres que no pueden alimentar a sus hijos a pesar de que igual perciben algún dinero. Con las cerca de ochocientas personas que murieron en Málaga entre enero y junio de 2019 a la espera de unas ayudas a la dependencia que nunca llegaron. Personas que llegaron a esperar, y esperan, hasta 18 meses a que se resuelvan sus peticiones en una lista de espera inhumana y atroz. Ochocientas personas solas, enfermas, con problemas para desenvolverse en su vida cotidiana, para las que una ayuda discreta, nada cuantiosa, que es lo que se ofrece, entraña la diferencia entre vivir o no. Muchos esperan. Para otros, ya es tarde.

Mientras, la Junta de Andalucía habla de "cifras históricas", como suele (el triunfalismo sigue siendo igual de entusiasta después del cambio), con 220.735 personas atendidas y 293.661 prestaciones concedidas en toda la región. Y sí, supongo que siempre hay un clave ardiendo al que aferrarse. Pero no deja de resultar incómoda la idea, y pienso en una ciudad como Málaga, de que la tesis del éxito y de la proyección de la marca, mayoritaria y desde luego amable como pocas, deja cada vez menos espacio en la opinión pública a la evidencia de que este mismo modelo que se pirra por salir recomendado en The New York Times y propone rascacielos y pisos de tres millones de euros está generando cada vez más excluidos, cada vez más gente que no puede permitirse un techo, un almuerzo, un material escolar, un vestuario, una ayuda miserable que le haga un poco menos amarga la existencia. Si en la política no pierde nunca nadie, es fácil advertir dónde están los derrotados.

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