PANORAMA SIN EL SILO

Francisco Peñalosa

Museos y musas

NO está demostrado que sembrando museos crezca la cultura y descienda la basura como si se tratara de vasos comunicantes. En Egipto, Irán o Iraq, las obras de arte están al aire libre. Con el cielo por montera. Allí uno pasea entre pirámides, mezquitas, palacios, tumbas, frisos, templos, etc. Museos abiertos en estado libre. Pero no se aprecia que ese convivir con las obras del arte produzca un incremento del grado de ilustración de los ciudadanos. Y todo es porque las musas han huido. Primero fueron las musas y luego a la casa que habitaban se le llamó museo. Las musas se extinguieron en el Mediterráneo con el cambio climático-cultural sobrevenido en el siglo XX. Y hoy, como efecto colateral, los museos sufren una crisis aguda de identidad que los curators y los ingenieros culturales no logran remediar.

A diario vemos a políticos -y políticas- cómo se introducen perversamente en el interior de determinadas palabras, tales como liberal o sostenible, para vaciarlas de contenido y rellenar ese vacío con el serrín de sus cerebros. Con el término museo ha pasado algo parecido. Desde el siglo XVIII el significado ha ido cambiando. De ser un lugar para estudiar e investigar las colecciones allí guardadas ha pasado a convertirse en un reclamo de la oferta dirigida al mercado del turismo cultural.

A pesar de la abundancia de declaraciones voluntaristas en el sentido de conseguir que los museos sean focos de creación e intercambio cultural, lo que cuenta realmente es la repercusión mediática de la programación y la contabilidad del número de visitantes. La afluencia aumentaría si en los museos expidieran certificados de asistencia susceptibles de ser exhibidos como trofeos de vacaciones o de fin de semana.

De la sementera de los museos sólo se aprovechan unos pocos: los que tienen educado el ojo y saben mirar. Pero los rebaños de jubilados y de corderos escolares son simplemente carne inocente de engorde para las estadísticas del museo.

Las musas necesitan una temperatura adecuada y con el calentamiento global han huido a los países nórdicos. Por eso los niños finlandeses son más cultos que los meridionales. A los españoles nos han abandonado. Incluso a un académico de la RAE, muy satisfecho de haberse conocido y que presume de haber dirigido el "ABC verdadero", ha escrito un editorial en el que descubre al pueblo llano que la ciencia también es cultura. ¡Oh cielos! La Institución Libre de Enseñanza, domiciliada en la madrileña Residencia de Estudiantes, practicó, entre 1910 y 1936, la cohabitación entre poetas, pintores, músicos, médicos, cineastas, científicos, economistas, arquitectos, exploradores, etc. Ignoro si nuestro académico lo ignora, pero ante la diarrea de yoyeo y pavoneo erudito del citado artículo, encabezando un suplemento cultural, una musa susurra: "Saber mucho y decir tonterías lo vemos todos los días".

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