La tribuna

rafael Rodríguez Prieto

¿Nacionalismo de izquierdas?

QUÉ aficionado al baloncesto no recuerda a la Yugoslavia de Kukoc, Radja, Divac o los hermanos Petrovic? En 2010 se estrenó un documental -Once brothers- que narraba la amistad truncada entre dos jugadores de ese equipo: Vlade Divac y Drazen Petrovic. Uno serbio, el otro croata. El fanatismo nacionalista no sólo destrozó vidas, hogares y relaciones personales; también dinamitó parte de la historia del baloncesto. Los estados que le sucedieron no son ni la mitad de lo que fue este equipo. Su contribución a Europa, un pálido reflejo de lo que pudo ser.

Contra la fe nacionalista de poco sirve la razón. Son mejores que uno y además superiores. El racismo es, como dice Francisco Caja, la teoría política que sustenta la soberanía política en un diferencialismo irreductible. El nacionalismo no es más que un racismo culturalista. Sólo hay una forma de ser "buen" catalán y el nacionalismo tiene la patente. Si no te gusta, ahí está la puerta. Son la Liga Norte "buen rollista"; o una nueva versión del nacional-catolicismo que sustituyó 1492 por 1714. Un cierto neofeudalismo conWhatsapp.

Hay nacionalistas que se autodenominan "de izquierdas". Entienden que la lucha contra los recortes se inserta en un proceso que unifica identidad y cambio social. Se reclaman parte de un proceso de liberación de naciones oprimidas que sólo a través de la independencia alcanzarán la plena soberanía sobre sus recursos. Esta riqueza es mermada por una España corrupta llena de vagos sureños, cuya función es comprar sus productos sin decir ni pío. La participación de algunos de estos colectivos en gobiernos tripartitos de infausto recuerdo o su coalición con grupos que representan a la burguesía oligarca se explican como "movimientos tácticos" para el logro de la liberación nacional. Una vez obtenida, se llevarían a cabo las políticas transformadoras en el seno de la nueva realidad estatal.

Éste es el martirologio típico que exponen cuando alguien cuestiona el lazo entre internacionalismo y nacionalismo; la clase con la identidad nacional. Y es que sólo desde el proceloso maridaje entre el estalinismo soviético y el populismo nacionalista del tercer mundo se puede llegar a una doctrina tan insuperablemente sórdida. De hecho, la cristalización más reciente del mismo la tenemos en el auge de los caudillismos populistas en América Latina, difícilmente asumibles como de izquierdas. Son los casos del chavismo bolivariano, de Ecuador -Alianza País- o el populismo argentino de los Kirchner. Han demostrado sobradamente su desinterés en transformar las estructuras que favorecen el dominio neoliberal. Es cierto que ha habido políticas redistributivas que han mejorado la vida de sectores subalternos, pero en ningún caso han afectado al sistema productivo ni la justicia social, a pesar de las proclamas de corte antiamericano o metafísico, como la adaptación del Padre Nuestro al chavismo.

Los movimientos de liberación nacional han priorizado el elemento nacionalista, lo que ha tenido como consecuencia la división de los trabajadores y que los Estados resultantes hayan adoptado el capitalismo, a veces en sus versiones más radicalizadas, como modelo de relaciones sociales y productivas. Los nuevos estados del este de Europa son una buena muestra de países con graves desigualdades sociales y, por supuesto, ultranacionalistas.

Como señala Fredy Perlman, si algo aprendieron los discípulos de Marx fue que liberación nacional y explotación nacional eran sinónimas, que el gobierno nacional era el comité ejecutivo de la clase capitalista nacional y que la nación sólo podía ofrecer cadenas a los trabajadores. Hoy en día esta afirmación es más real que nunca. ¿Independencia de quién o de qué? ¿De Google? ¿De las políticas de la troika? ¿De la especulación financiera? Vivimos en un mundo en que como diría Frank Schirrmacher "los Estados no son soberanos, sino que juegan a serlo, algo muy distinto". Ni el gobierno francés ha podido resistir esa presión. ¿Lo conseguiría el catalán? Algunos hasta les dirán que sí y con Guardiola de gran timonel.

¿Cataluña nuevo estado de Europa? ¿Y después qué? No es difícil vislumbrar un sometimiento aún mayor que el actual de sus ciudadanos a la soberanía del capital global. Cataluña, como cualquier "otro nuevo Estado", debilitará aún más a su matriz y quedará inserto en el mercado mundial como el resto, reforzando el poder de oligarquías consolidadas con agencia tributaria propia. Lo demás son ensoñaciones de una "izquierda" (sic) sin rumbo e incapaz de asimilar que el orden de Westfalia cayó hace tiempo.

Como en el deporte, unidos y jugando en equipo somos mejores y más fuertes. Es más: ojalá llegue el día en que los trabajadores del mediterráneo europeo borren fronteras y se unan en defensa de una producción democrática sustentada en la justicia social. Quizá para entonces el nacionalismo sea tan sólo un espectro que olvidar.

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