Mar de fondo

Julián MOlina

Palabra y palabras

RAJOY dice que persigue la corrupción. El alcalde dice que quiere tirar el Astoria. Iglesias dice que no hay ningún problema con Errejón. La UE dice que se preocupa por los refugiados. Susana Díaz dice que apoya al compañero Sánchez. Rita Barberá dice que es inocente. Montoro dice sobre lo de Panamá que se investigará a quien sea, sin excepción ni categoría. Si hay algo que nos ha enseñado la política es que la palabra no tiene valor ninguno. Y si la palabra no tiene importancia, ¿por qué la iban a tener las palabras? Los programas electorales acumulan miles de palabras pisoteadas. Los imputados ahora son "investigados", para así parecer otra cosa. ¿Cómo puede nadie respetar las palabras hoy día? ¿De qué puede servir que digamos entonces alumnos y alumnas? Iglesias dice que González tiene las manos manchadas de cal y no pasa de anécdota. Azúa llama pescadera a Colau y es un escándalo mayúsculo. ¿Es peor ser pescadero que asesino? ¿O es que ya ninguna palabra significa realmente nada?

El hombre ya no es esclavo de sus palabras, al menos el hombre al mando. La política ha revertido esas cadenas, sometiendo a su antojo a decenas de ellas, como fascista, machismo, dimitir, democracia, diálogo o progreso, que no significan ya más que lo que se antoja a sus amos, o sea, no significan nada. Y resulta por ello paradójico que sea la Junta la que pretenda hacernos ver ahora el valor de las palabras, cuando sería terrible para ellos que lo hiciéramos. Con que simplemente lográramos recordar la diferencia entre "sí" y "no" sería letal y fulminante para Susana. Pero eso está muy lejos de pasar y, de hecho, quizá sea justamente el gran mal de nuestra sociedad. Prácticamente nada significa ya nada. Los políticos no hacen política, los nuevos son viejos, el pasado no ha pasado, el Estado del Bienestar es una fuente de malestar, y ya ni el fútbol es fútbol. Solo el porvenir parece siempre por venir, maldita sea. Y en medio de este cruento genocidio de la palabra y de las palabras nos piden que nos expresemos con sumo cuidado. En un momento en que la política no es en absoluto correcta, insisten en que usemos un lenguaje políticamente correcto para no crear así falsos prejuicios en la mente de los jóvenes. Pero todo apunta a que quizá sea tan solo por reservarse ese papel en exclusiva para ellos.

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