Los paisajes a pedaladas del tour de Francia alivian el terral. La liberación del tapabocas asoma tras la mascarilla de estos días coronabicheros y también la bocachanclez gubernamental con la amputación de las pensiones. También se aplaza la subida del salario mínimo y eso sin entrar en el porcelanoso proceso catalán. En la vida de esa tómbola, tras el pufo millonario, los platos rotos presuntamente se van a pagar con fondos públicos. Pura charanga, oiga. Lo del que hay de lo mío y la amenaza tijera de que recorten las pensiones y retrasen la edad de jubilación es lo que tiene acongojados a los boomers de Cenacheriland, paraíso soñado de la silver economy. A ver quién arregla el sudoku. Ya no se estila celebrar una despedida laboral con reloj de oro, placa conmemorativa y banquete con brindis por la jubilación de Mínguez con cuarenta años cotizados en la misma empresa. Lo propio es mostrarle la puerta de la prejubilación. O a la fila de parados de larga vejez. Con esta perspectiva crece el pánico a la distopía neotiesa. El futuro de las pensiones es una idea fuerza de todos los programas electorales. Conforman los viejenials un ejército de disciplinados votantes. Nadie se atreve a mentar la bicha. La respuesta ya se sabe: es la situación heredada. Los datos demográficos están ahí desde hace décadas. El boom demográfico de los años del desarrollismo nos estalla en las mismas narices. Y eso que las jubilaciones anticipadas para sujetos recién cumplidos los 54 años y menos edad, aún son flor de titular diario. El culebrón está servido. Y como en todas las telenovelas la trama del folletín Pensión de Gavilanes no afectará a los cargos electos que tienen asegurada su paguita. Quien se llevará el voto del pensionista enamoriscado. Los hijos y acuerdos secretos, los malentendidos, los cuernos, las mentiras, la aparición de un galán o una zalamera ilusión. Sólo nos queda drogarnos hasta el fin. Ante un panorama tan depresivo podemos manifestarnos o pillarnos un globo desesperado. Informaba Europa Press que la psilocibina, substancia psicodélica presente en las setas de hippies se ha investigado durante años en la Universidad de Yale. Puede que sirva para ayudar a restablecer las conexiones neuronales e incluso superar la depresión. Como tantos nuevos estudios no deja claro cómo funciona en el cerebro, ni cuánto duran sus benévolos efectos. Al final Antonio Escohotado iba a tener razón.

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