LOS últimos espectáculos mediáticos a los que hemos asistido en Málaga -asedio a Isabel Pantoja a su llegada al juzgado, inicio del juicio Malaya o el tratamiento de las cadenas de televisión nacionales del crimen de Arriate- dejan un poso de desasosiego sobre el futuro al que se dirige el periodismo. La información, la formación y el entretenimiento han sido los tres pilares sobre los que esta profesión se ha apoyado desde su nacimiento. Desgraciadamente, en estos últimos años el morbo ha impregnado el tratamiento con el que determinados medios de comunicación intentan presentar la realidad.

Ver en Arriate a profesionales de los nervios a la caza de fotografías anteriores del menor detenido, a compañeros que dos días antes de que se produjera el arresto no dudaban en asegurar que habían hablado con el asesino de María Esther y a presuntos informadores que con micrófono en mano le comunicaban al abuelo de otro menor que su nieto había sido detenido -nada de eso era verdad- deberían invitar a la reflexión sobre el futuro de esta profesión. Existen varios principios que guían la labor del periodista, pero el principal de ellos es el respeto por la verdad, el rigor en la búsqueda de la información fidedigna y verificable. Es lo que siempre se ha enseñado en las facultades de periodismo de medio mundo, pero, por desgracias, ese pilar básico se está desmoronando para ciertos medios de comunicación que ven en la información un puro espectáculo para simplemente ganar audiencia. Nadie debe olvidar que el periodismo es una profesión noble y que su función en una democracia avanzada, como la nuestra, es de una importancia capital.

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