LOS presupuestos son un concepto, que al parecer, es necesario añadirle siempre un calificativo. Y así, el Gobierno aún antes de presentarlos a la opinión pública ya hablaba de los presupuestos de la recuperación, sociales y realistas. Y la oposición habla de presupuestos de la pobreza, del paro, injustos e insuficientes. Estamos en la batalla por un eslogan. Conscientes de que casi ningún ciudadano va a tener la humorada de adentrarse en el oscuro mundo de los capítulos y partidas, de gastos corrientes y gastos de inversión, tratan de ganar la batalla de la imagen con un calificativo que de por sí sirva para definirlos de forma inmutable y global. Algo como marco incomparable o jornada histórica.

Aún nos queda por oír que estamos ante el debate parlamentario más importante del año, cuando en realidad es el debate más previsible de los que se celebran en la Cámara. Tan previsible que en mis tiempos de portavoz del grupo socialista en el Parlamento Andaluz le llamábamos el debate de los porsupuestos.

Por supuesto que el Gobierno del PP por medio de la atiplada voz del ministro Montoro hablará de las excelencias de unos presupuestos que traerán de la mano la recuperación económica y que cubrirán las principales necesidades de la ciudadanía, aunque cuando en el debate se vea acorralado dirá aquello tan desagradable como realista de "es que no hay dinero, señorías". Por supuesto que la oposición y en estos tiempos sí que lo tiene fácil, hablará de carencias, de recortes y de injusticia, construyendo un discurso como si las limitaciones nada tuvieran que ver con el asunto.

Y por supuesto que, como cada año, los representantes provinciales de cada partido recrearán la batalla nacional más pegados al terreno pero con la misma filosofía de fijar una imagen que si no convence, al menos que cree confusión. Y así, por supuesto, el partido del gobierno tratará de mirar hacia otro lado y mantendrá, ante la incredulidad de todos, que las necesidades fundamentales están recogidas. Y, por supuesto, la oposición, sacará a pasear el agravio comparativo que tan útil es en estas ocasiones y, confundiendo presupuestos con inversión, demostrará la marginación y olvido en que esta vez ha quedado la provincia. Y este ejercicio político se repetirá dentro de un mes cuando se presenten los la Junta de Andalucía, pero con los protagonistas cambiados. Y al final, el ciudadano, que asistirá desde la lejanía a esta discusión, dejará que sean el tiempo y la realidad los que dicten su irrefutable veredicto. Por supuesto.

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