letra pequeña

Javier Navas

Promesas de temporada

COMO la temporada electoral es perpetua, en esta época escuchamos lo mismo que el resto del año, pero amplificado. El engolosinamiento de ahora da al votante dolor de barriga, jaqueca y un poquito de vergüenza ajena. Alguien tiene que sentirla, ya que los candidatos no la sienten de ningún tipo. Todos han prometido arar un parque en cualquier palmico de tierra que quedase suelto. María Gámez va a más: Málaga entera será "capital verde". Ya que no pudimos ser "capital cultural", nos convertiremos en el arriate del sur de Europa. No lo plantea tanto en términos de vida sana como monetarios. Ya que la pasión clorofílica ha sido más bien tibia entre nosotros, le falta tiempo para aclarar que es un "proyecto económico": más empleo y una economía "diversificada"; energías renovables... Actuaciones del tipo "mejorar la limpieza municipal" y "promocionar el transporte público" casan más directamente con la verdura: pues también promete de eso. Qué pasión compromisaria, la de esta gente.

La otra pata de la economía malagueña para el tiempo que viene es la cultura. Ya ha quedado descartado como fuente de riqueza local "el ladrillo", que mientras más se sometían a él los alcaldes y concejales, con más desprecio ahora lo llaman así. La diferencia entre los turistas que llegan a Málaga en invierno y los que llegan en temporada de verano vuelve a marcar la dependencia del atractivo "de sol y playa" igualmente despreciado por la prudente idea de que al sol se le pueden fundir los plomos y el mar, tragarse la orilla. Solución propuesta: la cultura. Espectáculos de relumbrón tipo el de la cueva de Nerja, con innegable prestigio pero en el que no cabe un crucero europeo.

No deja de ser preocupante que las mejoras en el bienestar de los malagueños se interpreten ante todo como beneficios económicos. Si una Málaga baldeada y bienoliente reporta ingresos y que gente de fuera quiera venir a verla, estupendo. Pero el primer beneficio es consustancial: una ciudad limpia es una ciudad limpia, eso debería bastar más allá de que genere trabajo y riqueza. Llamar turistas, sí; y no dejar que los paisanos salgan corriendo. Pasa igual con la cultura: atraerá visitantes y reportajes en revistas extranjeras, pero al primero que debe agradar es al malagueño, no porque pueda encontrar un puesto de acomodador sino porque querrá asistir como público. Se entienden la apuesta cultural y la medioambiental como transacción: nunca en términos de cultura o bienestar. Quienes sólo saben servir ecología y cultura como trámites para mover dinero tienen una imagen muy triste del medio ambiente, la cultura y las aspiraciones de los malagueños. Más nos vale esperar que, al menos, sea una imagen errónea.

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