¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Regreso a la II República

Una nueva generación de políticos nos arrastra a todos a una crispación sobrevenida e historicista

Más que la habitual romería que organizan todos los 14 de abril -día de San Asaco, fundidor de campanas-, los más ardorosos republicanos harían bien en aprovechar la jornada para meditar sobre los muchos y letales errores que se cometieron bajo un régimen que comenzó a ritmo de foxtrot y acabó con los fúnebres sones de una pavana. Quizás lo que todos deberíamos saber es que la II República no fue un proceso homogéneo, sino un periodo plagado de momentos contradictorios sobre los que todavía hay más incógnitas que certezas. Por ejemplo: ¿qué era más República, el legítimo Gobierno de derechas contra el que la izquierda intentó dar un golpe de estado en octubre de 1934 -la mal llamada Revolución de Asturias- o el del Frente Popular contra el que el Ejército se sublevó en julio de 1936? En cuestiones como éstas, probablemente, encontremos el porqué del estrepitoso fracaso de aquel régimen interruptus.

El pasado miércoles vimos como la II República volvía a convertirse no en el centro del debate historiográfico o periodístico -algo saludable-, sino en la excusa para un nuevo rifirrafe en el Congreso de los Diputados -algo desolador-. Ya es hora de que todos comprendamos que la II República tuvo mucho de paraíso y de infierno. Podemos quedarnos sólo con las hermosas fotos de la Barraca interpretando a Calderón en los lugares más recónditos de la España rural, pero no habremos comprendido nada si no las contrastamos con las imágenes de las iglesias ardiendo ante la pasividad policial. Ambas forman parte del álbum familiar de la II República y en ambas se encuentra la clave de un periodo histórico que debe ser reivindicado y rechazado por igual.

Ya lo han dicho otros antes, entre ellos José Antonio Carrizosa ayer en estas páginas: el gran momento democratizador y modernizador de la España del siglo XX no fue el 14 de abril de 1931, sino el 6 de diciembre de 1978, el día que el pueblo español aprobó en referéndum la actual Constitución. Entre otras cosas, porque los que impulsaron la Transición siempre tuvieron muy en cuenta cuáles fueron los errores de la II República y se propusieron no repetirlos. Ahora, una nueva generación de políticos parece dispuesta a olvidar aquella enseñanza y nos arrastran a todos a una crispación sobrevenida e historicista. Volver a la II República sería un fracaso colectivo. El primer gran desastre español del siglo XXI.

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