La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Sánchez es su propia caricatura

Trastorno de la personalidad narcisista: "Sentido desmesurado de la propia importancia"

No es una noticia falsa urdida por la caverna para ridiculizarlo. No es la parodia de un humorista. Sánchez se basta para hacer el ridículo y auto parodiarse: "Una de las cosas por las que pasaré a la historia es por haber exhumado al dictador de un gran monumento como el que construyó en el Valle de los Caídos". Todos los presidentes del Gobierno pasan a la historia al igual que todos los dictadores, unos con más luces y otros con más sombras, unos ocupando un espacio relevante y otros unas pocas líneas. Pero hasta ahora ninguno lo había proclamado de sí mismo (trastorno de la personalidad narcisista: "Sentido desmesurado de la propia importancia").

El motivo al que alude para pasar a la historia es la exhumación del cuerpo de un dictador fallecido de muerte natural con su régimen intacto hace 47 años. Nadie entró en su búnker después que este se suicidara tras ser derrotado, como los soldados soviéticos. Nadie lo fusiló y colgó de un puente, como los partisanos. No, Franco no acabó como Hitler y Mussolini. Acabó como Stalin. Nunca fue derrotado. Su régimen nunca fue derrocado. Quienes acabaron con el franquismo sólo después de que Franco muriera ("ya sé que algún día saldré de aquí [el Pardo], pero será con los pies por delante" profetizó en 1942) fueron los españoles por una vez bien gobernados por un rey hoy enviado al exilio y un falangista llamado Suárez al frente de una clase política en la que estalinistas como Carrillo, ministros de Franco como Fraga, falangistas como Fernández Miranda, socialistas como Felipe González o militares como Gutiérrez Mellado estuvieron a la altura del momento.

Sánchez también reivindicó "el pasado luminoso" de la República y el "legado de luz" del republicanismo. Tuvo luces, por descontado, y no pocas. Pero también sombras, e igualmente no pocas. Pero se le olvidó que a muchos socialistas tanta luz no les acababa de hacer tilín: "Tenemos que luchar, como sea, hasta que en las torres y en los edificios no ondee la bandera tricolor de una República burguesa, sino la bandera roja de la revolución socialista" (Largo Caballero); "Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación de aquel movimiento revolucionario [de 1934]. Lo declaro, como culpa, como pecado, no como gloria" (Indalecio Prieto). Más historia y menos manipuladora memoria partidista.

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