LA dirección federal del PSOE ha respaldado la iniciativa de su secretario general, Pedro Sánchez, de abrir la vía de la negociación de posibles pactos poselectorales encaminados a conseguir gobiernos autonómicos y municipales estables en los ámbitos en que el Partido Popular ha perdido la mayoría absoluta que ostentaba de manera abrumadora desde 2011. Esta posición es legítima y defendible a condición de que se tengan claros los objetivos y los planteamientos perseguidos a través del pacto. Se parte de la base, positiva, de que los acuerdos sean para gobernar con un programa mínimo compartido, y no necesariamente mediante coaliciones de varios partidos, siempre conflictivas y propiciadoras de inestabilidad. No obstante, es negativo que Sánchez haya imprimido a esta política un carácter de neta oposición al PP, con un espíritu que puede ser confundido con el frentepopulismo, y que, por los resultados objetivos del 24-M, los pactos previstos tengan como interlocutor privilegiado a Podemos. De hecho, la propuesta del líder socialista ha sido ya replicada con arrogancia por la dirección del grupo que encabeza Pablo Iglesias, que tiene la clara tentación de hacer pagar al PSOE un alto precio por la alianza que se le sugiere. Quizás este desencuentro obedezca a razones tácticas, que obligan a actitudes de dureza antes de cada negociación, pero los socialistas deben pensárselo bien antes de aliarse con un partido que cuestiona el régimen democrático nacido de la Transición y cuyos planteamientos de política económica y social son lesivos para el país. Y no sólo eso: Podemos pretende sustituir al PSOE como fuerza hegemónica de la izquierda, por lo que los socialistas tienen que pensárselo dos veces antes de reforzar, con sus pactos, a un partido que compite en parte en sus caladeros electorales. Es más matizada y más coherente la postura de la secretaria general del PSOE andaluz, Susana Díaz, partidaria de matizar los pactos con Podemos y las contraprestaciones que el nuevo partido les exige y de no descartar otras opciones para la estabilidad de comunidades autónomas y ayuntamientos en el futuro inmediato. Ahí entran la posibilidad de un acuerdo con el PP para la investidura de la Junta de Andalucía, la continuidad de alcaldes populares que se aproximan a la mayoría absoluta y sacaron mucha ventaja sobre los demás partidos o la viabilidad de acuerdos con otras opciones políticas, como Ciudadanos, que carecen de cualquier veleidad antisistema. Son soluciones más moderadas y centradas, y más convenientes para el propio PSOE a medio plazo, que arrojarse en brazos de una organización que, en definitiva, busca la marginación de los socialistas que coyunturalmente se acercan a ella.

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