Sueños y sueños

La dura batalla humana en pos de la libertad, la dignidad y la razón nunca concluye

Por primera vez perdieron en la noche electoral los viejos y anquilosados partidos Republicano y Demócrata. Donald Trump ganó, que aunque se anuncie como republicano ya es otra cosa. Líder claro, eso sí, de la postpolítica sentimental, aideológica y amoral, aunque yo diría que líder claro del desasosiego de la postcontemporanidad. Lo pensaba ayer por la mañana, después de una larga madrugada de presagios, viendo en la tele a grupos de jóvenes celebrar en Nueva York la victoria del magnate hortera como si los Mets o los Yankees hubiesen ganado la Serie Mundial. Chicos blancos que se han tragado completo el relato redentor de un Trump que más que un candidato era un vendedor de crecepelo que se había bajado del carromato y se había colado en el Teletienda. Ellos, los que se sienten amenazados por la complejidad del mundo, los infectados por la simplonería nacionalista y épica del peor cine, los que anhelan el regreso al viejo país viril y puro, son la base de un electorado vencedor al que se sumaron muchos inmigrantes latinos de segunda generación -los gabrieles rufianes de allí- y mujeres airadas que también parecen anhelar el retorno a un patriarcado protector, a la casa de la pradera. Fiestón para todos ellos, que ahora sueñan, fantasean, y que no habría sido posible si el sistema tradicional no se hubiese podrido por el camino hasta el punto de poner frente al ricacho redentor a una momia del establishment. Tormenta perfecta, que se dice en estos casos, y que le mete un rejonazo más a otro sueño: el de un mundo basado en la Ilustración, en los derechos humanos, en el pensamiento clásico y en lo mejor del mensaje original y más terrenal de Cristo. Un sueño que compartimos millones de personas en Europa y en EEUU, pero que ha caído en manos de una burocracia maniatada y corrupta. A la senda de este pensamiento habrá que volver sin embargo si queremos que las fatuas quimeras no acaben por hundir este anhelo de libertad, concordia y dignidad para llevar de nuevo a los hombres a las sombras de la tiranía. Aunque hoy, en caliente, más ganas dan de lamentarse por las oportunidades perdidas, tiempo habrá de ilusionarse y luchar. La dura batalla humana en pos de la razón, la justicia y la libertad nunca concluye.

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