Político en cien días

Antonio Vargas Yáñez

TIRAR A LOS PALOS

DESARBOLADA y después hundida, es como ha quedado Marbella. Será una vieja táctica corsaria, pero no por eso deja de ser efectiva. Perdidos los mástiles del sistema de legalización de los desafueros urbanísticos, su Plan General quedó a la deriva y sin defensa alguna. Hay que descubrirse ante el almirante enemigo, que ha sabido ponerse con el viento a favor y llevar el litigio a la cuestión sobre la capacidad del Plan para sancionar, en lugar de discutir las exigencias que le hacía para ordenar el cortijo en el que había hecho de su capa un sayo. Al final es el fuero y no el huevo, como bien saben los jueces y aun mejor algunos letrados, y el Supremo lo ha dejado claro: no le corresponde al planeamiento modular la legalización de lo construido ilegalmente ni alterar los mecanismos legales de responsabilidad, porque esto es competencias de los tribunales de justicia. Era tan de cajón (arbitrariedades del PGOU al margen), que lo mismo habría que pedirle responsabilidades a quienes concibieron tan débil aparejo; aunque en su descargo pudieran argumentar que ni nuestras normas, ni las de ningún otro país del mundo, están pensadas para regularizar esa especie de isla Tortuga en la que Gil y su dinastía convirtieron a Marbella.

La situación no puede ser más kafkiana. Anulado el Plan de 2010, el planeamiento que queda es el de 1986, pese a que la ciudad que reguló nada tenga que ver con la de hoy. Aplicarlo ahora es como intentar dar el parte de noticias de las tres con la gramática de Lebrija. Del mismo modo que, si la documentación económica y medioambiental del Plan anulado no es suficiente según el Tribunal, no hace falta ser un lince para darse cuenta que la del 86 no tiene nada que ver con la realidad actual. Daños colaterales al margen, todo indica que con esta sentencia, los desarrollos correctamente realizados al amparo del abatido caerán en un limbo legal y el problema de las 16.000 viviendas que pretendía resolver se adentrará en un mar de sargazos del que sólo se saldrá mediante un rosario de procesos individualizados ante la justicia, donde el tiempo juega a favor de algunos y a otros será imposible pedirle responsabilidades después del tiempo transcurrido. A la ciudad y a los viejos galeones resulta muy difícil recomponerlos cuando saltan en 16.000 astillas, pero además, a los más piratas les viene de perlas que las aguas estén revueltas.

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