Mágico y africano. Dentro del barómetro del consumo me sorprende cierta publicidad en estos tiempos incomprensibles. En medio de todo el mascarillaje te puedes encontrar en el cruce concurrido de calle Hilera a un joven subsahariano que te ofrece una esquelita de 11 cm x 7,5 cm, tamaño dieciseisavo. Es un panfleto de mínimo azul o verde chillón que despacha rapidez, eficacia, garantía y discreción en la solución a todo tipo de problemas y dificultades. También te empapelan el parabrisas del coche con el reclamo del maestro chamán africano y gran médium espiritual con poderes naturales y décadas de experiencia en resolver marrones oscuros. Fíjese que lo mismo sirve para una enfermedad crónica que un mal pleito judicial, tristeza de amor, mal de ojo, juegos de azar e incluso la impotencia sexual en medio de la primavera reventona. Llamar al profesor es lo más eficaz para recuperar a la pareja y resolver los odios matrimoniales porque, él tiene los espíritus mágicos más rápidos que existen y te soluciona la vida al cien por cien con resultados en un periquete. Que estos personajes tienen su audiencia es e-vidente. Si viaja por los canales ignotos de la televisión digital la variedad de tarotistas y futurólogos también es a la carta.

Muy comentadas fueron las expediciones de Jordi Pujol a su bruja huevera de cabecera y dentro de la leyenda entrecomillada está lo de la baraka de Franco en sus días africanos que se atribuye a la misteriosa Mersida. Hugo Chávez de la república bolivariana y tropical también tiraba de presuntos chamanes. Da repelús pensar que ha habido gobernantes contemporáneos que se hayan pasado el sentido común del razonamiento empírico por el forro de los dosieres y confíen sus decisiones a unas runas o unas tripas en estos días de gaya y Astra Zeneca paciencia. Ojos, velas, medias lunas, corazones, manos y estrellas. Pura superchería que viene a complementar al curanderismo y clarividencia autóctona por si no tuviéramos suficiente con el terrible panorama. Tenemos una Semana Santa con cerrojazo turístico sanitario. La previsión meteorológica promete sombrillas en la arena para desesperación hostelero-cofrade. Habrá que conformarse con el consumo doméstico, de vecindario. Aún así los locales a pie de playa se afanan en repintar, remozar y poner a punto sus instalaciones para inaugurar una temporada alta solo de nombre. Para eso no hace falta ser un maestro vudú africano, ni ilustre.

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