el poso de la prosa

Cristóblal Villalobos

¡Viva la 'grasia'!

PARECÍA que no cabía un tonto más en este país y ahora, aparte de los tontos, lo que no caben son los parados. Cinco millones y pico, el pico son doscientos mil, más que el ejército yanqui, casi la audiencia de un Madrid-Barça, y parece que el número tiene todavía capacidad de crecimiento. En fin, que todavía vamos cuesta abajo.

Toda una generación se ha ido al traste, aquí andamos acumulando posgrados y perdiendo el tiempo, mientras vemos caer las rosas muertas de nuestra juventud, como decía aquel tango, y cruzamos los dedos para que, algún día, algún año, la cosa mejore un poco. La resignación se adueña de un país que, visto lo visto, se conforma con que el Gobierno haga algo, que ya es mucho tras la pasada experiencia gubernativa de carácter suicida.

Al menos de clásicos andamos sobrados. A unos cuentos millones de parados sólo les queda el consuelo de ver cómo el Barça es invencible. Otros cuantos millones, las dos Españas de siempre, sólo disponen de la esperanza de que el Real Madrid, el verdadero, vuelva por sus fueros de gallardía y heroísmo.

Y así andamos. Sin saber hacia dónde nos dirigimos. En un deambular parsimonioso y vacilante que sólo ha sido interrumpido cada viernes tras el Consejo de Ministros. Se intenta reanimar a España a golpe de decreto, descargas eléctricas desesperadas para que el corazón vuelva a latir, para que esto vuelva a funcionar. ¿Lo conseguirán? Serán necesarias muchas más descargas, y más fuertes, hay que derribar el estado y reconstruirlo.

Pero parece que hay todavía gente que prefiere que nos quedemos sin hacer nada. Total, a ellos ya les iba fantásticamente, y les sigue yendo. Se reúnen los sindicalistas con sus uniformes de pobres y sus relojes de cinco mil euros, mientras el concejal cateto de turno se pasea en su Mercedes. Se ha robado con un descaro y una impunidad que sólo se explica desde nuestra falta de moralidad. Las instituciones públicas se han convertido en una especie de Sierra Morena, pero con menos pundonor y menos vergüenza.

En Andalucía la cosa esta aún peor. Treinta años de saqueo ininterrumpido han convertido en tradición lo delictivo y lo inmoral en hábito. Ya nadie se extraña de nada. Todo parece normal, hasta lo más impúdico y escandaloso. Nos encogemos de hombros cuando nos dicen que tenemos más de un 30% de paro.

Mientras alguien hace algo, mientras son las próximas elecciones, los parados cerramos los ojos y soñamos con convertirnos en director general de Trabajo de la Junta. Recorremos nuestras fabulosas autovías deficitarias en un descapotable, de Feria en Feria, de botellón en botellón, repartiendo fajos de billetes entre los amigotes. De fondo suena Carlos Cano: "Viva la grasia de Andalucía".

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