En tránsito

eduardo / jordá

¿C ambios ?

HAY una frase en El gatopardo de Lampedusa que siempre se suele citar con desdén, como si fuera un compendio de la peor forma de entender la política: "Si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie". La frase la pronuncia un sobrino del príncipe Salina que se une a las tropas garibaldinas que quieren liberar Sicilia de la decrépita monarquía napolitana. Y el príncipe, después de reflexionar un poco, la hace suya porque reconoce que la única forma de conservar una parte de sus privilegios -y ya no todos- es aceptar los cambios inevitables que van a venir con los nuevos tiempos.

Pero si se piensa bien, esta frase de El gatopardo es mucho más sensata de lo que parece. La evolución humana se ha producido por un largo proceso de cambios graduales que se han ido adaptando a las diferentes circunstancias. Y los cambios sociales y políticos que en verdad han mejorado las condiciones de vida de la mayoría de los ciudadanos -y no de unos pocos- también se han producido de forma gradual, cambiándolo todo para que todo siguiera igual, en un largo proceso en el que los cambios se han ido introduciendo con arreglo a una especie de método sostenido de prueba y error. En cambio, los procesos políticos que pretendían cambiarlo todo de forma radical, de arriba abajo, han acabado siempre en una misma catástrofe. Basta pensar en la Revolución Rusa de 1917, en los regímenes sanguinarios de Mussolini y Hitler, o en la Revolución Cultural china de los guardias rojos de Mao.

Digo esto porque los cambios, por sí mismos, no significan nada si no consiguen introducir un sistema mucho mejor que el anterior. La Transición española fue un éxito -pese a los charlatanes que la critican sin saber de qué hablan- porque se hizo de forma gradual, con concesiones mutuas y con la voluntad de llegar a un acuerdo con el adversario. En cambio, todos los regímenes que se han fundado en el deseo de derribar el sistema anterior, para sustituirlo por un régimen nuevo que acabara de una vez con la injusticia y la corrupción, han acabado fracasando de forma estrepitosa. Y si ahora hay gente que plantea un nuevo proceso constituyente, habría que recordarles que la tentación de la pureza ideológica es la peor de las aliadas. Si queremos un cambio de verdad que mejore nuestras condiciones de vida, vale más que todo cambie -como decía El gatopardo- para que todo siga igual, porque es muy fácil sustituir una corrupción por otra que suene distinta aunque en el fondo siga siendo la misma.

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