Hoy, por ayer, cuando esto escribo, día 10 de enero, era el cumpleaños de Manuel Alcántara. ¡Cuántos hemos celebrado juntos! Vayan estas líneas de recuerdo del gran poeta y articulista y, ante todo, del gran amigo. Sea el recuerdo con unos versos suyos del "Soneto para pedir por los amigos muertos": Yo los llevaba dentro, los tenía / sobre mi corazón, como un emblema. / Cojo el recuerdo aquí, por donde quema, / por donde la esperanza más se enfría. Durante muchos años de mi vida estas fechas significaban un punto y aparte en el guión de mis quehaceres. Había terminado un año y comenzaba otro. Había que pasar página y seguir el mandato del sabio refranero: Año nuevo, vida nueva. Nunca se hizo realidad el propósito. Un año tras otro dejaba de fumar el 31 de Diciembre y comenzaba a fumar el día siguiente, estrenando paquete de winston. Dentro del ritual de comienzo de año estaba estrenar agenda. De entre todas las que recibía de regalo, publicidad de proveedores, elegía aquella que más datos inútiles ofrecía (kilómetros entre ciudades, calendario perpetuo, santoral, mapamundi horario, etc.) y me entregaba a rellenar las primeras hojas correspondientes a Enero. Casi ahí terminaba la vida útil de la agenda que permanecía el resto del año en una de las esquinas de la mesa del despacho.

Pero sí que le dedicaba casi todo el mes de Enero a hacer balance del año anterior. No me refiero al contable, claro está, sino a sopesar aciertos y errores cometidos entre los acuerdos y decisiones tomadas durante el año. Era la mejor forma de plantearse el nuevo año y corregir los errores del anterior. De los análisis de ese balance de aciertos y desaciertos nacía la nueva estrategia de la empresa. Y no he conocido ninguna empresa que no hiciese ese mismo ejercicio de autocrítica para mejorar su posición en el mercado.

La autocrítica, sin embargo, es inconcebible para los dirigentes políticos. Nunca, en ninguna circunstancia, se pueden reconocer errores. Todo son aciertos. Y aún siendo evidente el error hay que disfrazarlo y argumentarlo para que parezca que no es tal. Pero lo increíble, que pasa en política, en contraposición con la empresa privada, es que, en el caso de producirse perjuicios por una decisión erróneamente tomada, no existen responsabilidades. En estos casos, los empresarios que se sienten perjudicados por un error del directivo suelen acudir a la demanda, cuando no querella, por "mala administración". En política no existe ese supuesto. De ahí la afirmación de la ex-vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo: "El dinero público no es de nadie". Es evidente si nadie lo reclama.

En el reciente caso de irresponsabilidad manifiesta del ministro Garzón, éste ha ocasionado un evidente perjuicio económico a los productores del sector cárnico. ¿Por qué estos no se lo reclaman por la vía judicial? A los ministros les pagamos el sueldo para que resuelvan los problemas si los hay. Lo que no puede hacer es limitarse a poner de manifiesto el problema ante los medios sin más.

No le vendría mal al Gobierno hacer balance. Algo le falla cuando para sacar adelante su éxito estrella de la reforma laboral, tiene que acudir a que la oposición le vote a favor. Por cierto que, si la han aceptado los empresarios ¿Qué hace el PP oponiéndose?

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