La campaña de los miedos

Sigue habiendo una gran dificultad en trasladar los mensajes de las formaciones políticas a sus votantes

En la sociedad actual, tan abigarrada y densa, saeteada de sucesos y escándalos resulta muy difícil centrar la atención de la ciudadanía. Esto es lo que está ocurriendo con la campaña electoral andaluza; que le está costando trabajo abrirse paso en el océano de noticias que diariamente inundan los medios de comunicación. Si a esta dificultad se le une el hecho de que el partido en el gobierno está encantado del carácter semiclandestino que tenía la campaña, los esfuerzos que hay que hacer para despertar el interés de los electores están resultando ímprobos. Esta última semana, a base de encuestas, debates y titulares llamativos, parece que la sociedad andaluza empieza a interesarse por lo que pueda ocurrir el próximo domingo. Pero, no obstante, sigue habiendo una gran dificultad en trasladar los mensajes de las formaciones políticas a sus hipotéticos votantes y la mayoría de las veces los discursos se quedan en la anécdota antes que en la propuesta. En esta simplificación inevitable los principales mensajes que de ella llegan están destacando más por lo que cada formación teme que por lo que propone. Son los miedos lo que está marcando los discursos. Qué duda cabe que el PP piensa que la alargada sombra de Vox y la posibilidad de tener que gobernar con ellos es su gran carga, y por eso tiene un reiterado discurso de negar la evidencia y reclamar un futuro gobierno monocolor, recurriendo a la amenaza de repetir elecciones, amenaza que poco a poco va abandonando. El PSOE ha traducido su miedo en eslogan de campaña y la abstención de su posible electorado es su principal preocupación. Para Cs su constante reclamación de una futura presencia en el gobierno trasluce su fundamentado temor de desaparecer. La otra izquierda predica en sus mítines y manifestaciones el mantra de la unidad , cuando es precisamente su carencia la que le ha llevado a su actual fragmentación. Para Vox, paradójicamente, su gran apuesta, la candidata, al final ha resultado ser su gran preocupación y su actitud impostora y desafiante se ha convertido en un hándicap más que un activo.

Posiblemente, además de estos miedos, tan reiteradamente manifestados, en la campaña se suscitan otras cuestiones, pero la dificultad de poder trasladarlas a la opinión pública con nitidez y la simplificación en la que últimamente la política se desenvuelve, está dando la impresión de que son los temores de los que marcan el paso preelectoral y no sus propuestas para combatirlos.

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