La esfera

Alberto P. De Vargas

El cascabel y el gato

DÍCESE que un grupo de ratones concluyeron que el peligro representado por el gato, dado que la enemistad era inevitable, se atenuaría en gran parte si se podía percibir su proximidad. Así que sería suficiente ponerle un cascabel. Pero claro, había que ponérselo. De ahí el dicho popular: el problema es ponerle el cascabel al gato. Y dejar de marear a la perdiz, añadiría yo, que es lo que se dice del cazador que anda dando tiros a diestro y siniestro sin acertar a la pieza.

Los males de España y los del mundo de mercado libre, son los típicos del capitalismo. En Europa, los correctivos sociales son mayores que en América, pero esencialmente, y añadiendo las demás geografías, las economías del universo democrático se basan en la libertad de iniciativa y, por lo tanto, están edificadas sobre el consumo y el binomio oferta-demanda. Cuando aparece una causa que desequilibra este trifásico, se desencadena un proceso que afecta al conjunto de los consumidores en su propio modus vivendi. De la capacidad de respuesta y de la rapidez en reaccionar, depende la gravedad de los efectos.

En España, deslumbrados por la abundancia que generan los mercados en donde se sublima el consumo y ayudados por nuestra idiosincrasia y por nuestro optimismo colectivo, nos hemos dejado invadir por el vivere sin prestar atención al philosophari. Las crisis capitalistas son más agudas donde la vida es más relajada. De modo que serán más graves allá donde el ambiente favorezca un comportamiento menos asociado al trabajo y, consecuentemente, de más baja productividad.

Cualquier Gobierno haría lo que está haciendo éste. Pero hemos tenido la desgracia de que la crisis llegara cuando la mediocridad había sentado plaza y la inteligencia y el conocimiento habían sido sustituidos por el resentimiento y la ignorancia. De ahí que desfacer los entuertos añadidos por la inoperancia, se ha sumado a la tarea de combatir la crisis. Por si fuera poco, a la desconfianza en nuestra seriedad, que de Felipe II a acá se nos guarda, se suma la debilidad de una Administración fragmentada en territorios capitaneados por reyezuelos sin sentido de Estado.

Desde luego, se le puede poner el cascabel al gato si el Gobierno, como parece, está decidido a ponérselo aunque los sindicatos de clase hagan el juego a su gente y los virreyes regionales se señoreen con lo suyo. Pero para ello, ha de dejarse de machacar a quien labora y arremeter contra los privilegios de políticos y sindicalistas y contra los dislates de unas concesiones territoriales incompatibles con la propia existencia del Estado, fomentar la inversión e intervenir las entidades financieras donde la política sea el factor dominante.

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