¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Una cruz

Mucho más inteligentes que la alcaldesa de Aguilar fueron aquellos curtidos rojos que afiliaron a San Antonio a la UGT

El derribo de la cruz del llanito de las Descalzas de Aguilar de la Frontera (Córdoba) es un ejemplo más de que una parte de la izquierda, por lo general la que habita más allá del PSOE, aún no ha comprendido las profundas relaciones del pueblo español (y especialmente el andaluz) con los símbolos cristianos. Sí lo han hecho algunos como José María González Santos, Kichi, a quien no se le cae ningún anillo de regidor por penitenciar tras el Cristo del Nazareno de Cádiz, consciente de que dicha imagen representa mucho más a su pueblo que toda la casquería guerrillero-revolucionaria de los Che o los Lenin. Pero Kichi, para lo bueno y lo malo, es un verso suelto que actúa a rachas violentas y desconcertantes, como el levante de su bendita tierra gaditana.

Quien sí entendió bien que nunca podía ser un objetivo a batir aquello ante lo que tu pueblo se postra fue el PSOE andaluz de la Transición. Ya lo dijo Carmen Calvo en una frase tan desconcertante como cierta: "Los rojos, antes, quemábamos la iglesias, pero hoy las restauramos". Es un avance importante y de agradecer. Por eso es tan fácil ver a las autoridades socialistas -para escándalo de los comecuras y los nacionalcatólicos- integradas en los desfiles procesionales en Andalucía. Ninguna contradicción puede suponer para un político mostrar respeto institucional por la figura de un hombre justo que para muchos es el hijo de Dios o por el madero en el que fue torturado y ejecutado. Lo contrario, el desprecio y destrucción de ese símbolo, el que muchas madres andaluzas trazan en la frente de sus hijos para bendecirlos y espantar el mal fario, sólo delata una mente política sectaria y virulenta. Más inteligentes y sensibles fueron aquellos curtidos rojos huelvanos que afiliaron a San Antonio Abad a la UGT. El patrón es compañero, y punto.

Dice la alcaldesa de Aguilar de la Frontera que la retirada se ha hecho en cumplimiento de la ley de memoria histórica. Falso, porque este símbolo, como en tantas otras localidades de España, fue despojado hace ya mucho tiempo de los elementos que podían identificarlo con el bando ganador de la guerra. Fue resignificado, como se dice ahora. Pongo como ejemplo la cruz de los caídos de Villafranca de los Barros, en la plaza del Altozano, dedicada ahora a todos los españoles que perdieron su vida en alguna guerra. Hoy pasean a su sombra ancianos y niños sin la menor discordia. El gran fracaso de esta iconoclasta y desconocida política cordobesa reside en haber convertido un símbolo que podía unir a sus vecinos en una nueva batalla guerracivilista que, además, ha ofendido gravemente a muchísimos españoles. Enhorabuena, alcaldesa.

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