El dedo

Málaga se ve con calma desde su paseo marítimo, donde la media luna no puede ocultarse con un dedo

Te lo tengo dicho, Panfilito, y no sé cuántas veces te lo voy a tener que repetir para que lo entiendas. Tu dedo no es más grande que la luna. Por mucho que la tapes cuando guiñas un ojo poniendo cara de niño imberbe enfadado ante la expectativa de quedarte sin tu caramelo. Se trata de un problema de perspectiva, de punto de vista, en el que el tamaño no importa. De hecho, el tamaño solo importa en lo que realmente importa, que diría el afamado urbanista Nacho Vidal. Por eso carece de importancia la altura de las torres de Martiricos. Porque te pongas donde te pongas, el fondo de perspectiva se acaba poco más allá. Reconócelo, Martiricos está en Málaga igual que podía estar en Parla. Desde allí, el centro histórico queda oculto tras los arrabales situados al norte y, desde la lejanía, las torres asomarán sobre el perfil de una ciudad sin gracia hecha a golpe de avenidas de inmigrantes. Menos aún en la aproximación desde la entrada desde Granada, donde la diferencia de cota quita potencia a la actuación hasta diluirla.

Hasta hacerla casi desaparecer. Con lo que solo nos quedan ciertos puntos de la autovía de circunvalación y la antigua venta el Mirador (si algún día la vuelven abrir). Pero reconócelo, Panfilito, desde allí, la ciudad es un magma informe que se desparrama sobre la desembocadura del Guadalmedina como un manto de lodo ocre que demuestra la capacidad que tuvimos para construirla sin dejar una gran área libre, con un nulo respeto al paisaje y el territorio. Por eso el problema no es la distancia, que ya dice el bolero que es el olvido, sino el punto de vista y la perspectiva con la que vemos las cosas. Y la velocidad de aproximación, como le ocurre a las balas. Por eso la torre de la cementera es la construcción más alta de la ciudad, pero a nadie le molesta.

Porque, desde el este, no la ves hasta que la tienes encima, y entonces dejas de verla, mientras que dese el oeste queda medio oculta entre el descarnado paisaje de la cantera. Creo que te lo he contado más de una vez, Panfilito, Málaga se contempla con calma desde su paseo marítimo, donde la media luna de su litoral no puede ocultarse con un dedo. Por eso, entre otros motivos, gustamos de pasearnos por ahí, conjurando el riesgo de que alguien la señale y los necios dejen de admirarla para fijarse en el dedo.

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