EN 2001 la selección de fútbol de Samoa Americana perdió un partido 31-0 frente a Australia. Una década después, última en el ranking de la FIFA, aún no sabe lo que es ganar. Pero en la fase de clasificación para el Mundial de 2014, de la mano del entrenador holandés Thomas Rongen, prestado por la federación estadounidense, cambia su historia. Lo cuenta el documental El peor equipo del mundo, de Mike Brett y Steve Jamison, en el que el deporte vibra en una escala de pureza entre la fraternidad y la superación, el desarrollo personal y el colectivo, en una dimensión reformadora de la que están ausentes la celebridad y la economía, porque aquí lo que importa es la felicidad (una felicidad esencial, musical, infantil) a través del fútbol, o sea el juego y el placer básico de competir y cansarse.

Un equipo en la costumbre de la derrota, ubicado en una pequeña isla del Pacífico Sur, un colectivo de herencias tribales con sus liturgias religiosas y guerreras, con sus costumbres ancestrales y sus personajes singulares, hasta un transexual hay en un equipo que carece de fundamentos técnicos y tácticos, que está entre el orgullo y la resignación hasta que llega Rongen, hombre de fútbol, fibra europea, rocoso, exigente y paternal. En estos relatos el efecto transformador suele ser recíproco. Todos enseñan y aprenden. Dan ganas de ir a Tutuila.

Que es la isla más grande del territorio y cuyo paisaje es un alivio ambiental, un contrapeso, una marca de vida y de historia, una limitación y una solución. La alianza con la geografía es una dignificación para estos improbables futbolistas no ya acostumbrados a la derrota sino residentes en ella. Pero perder siempre no es perderlo todo y hay una felicidad de la derrota que se activa en esos márgenes emocionales que dependen de la experiencia, de la inteligencia y del conocimiento, de la capacidad para leer las compensaciones de la vida, que a veces vienen camufladas. Fans ya para siempre, estaremos atentos a las evoluciones del peor equipo del mundo, el que perdió 31-0, el de los vestuarios con olor a atún, tabaco y paraíso.

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