
NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Bienvenidos a 'Tenfe', el tren de los horrores
El habitante
CUALQUIER pretencioso ignorante seguramente andará pensando que pago una deuda. Eso no es posible cuando se intercambia amistad en el mercadillo de la vida. Ahí no fían. Te pregonan el precio; si interesa, compras, y, si no, buen día. Así que, a débito cero, escribo esto porque me da la real gana.
Figúrese en la imaginación, quien lea esto, un gitano. Ponga todos los tópicos más hirientes. Yo no voy a entrar a colocarlos porque, como he sido ya muchas cosas, hace un tiempo que elegí ser, entre otras tantas, dos: descarriado y marrano. De esa manera, poco añado al teatro vil de los tópicos dañinos. Pero, con la libertad que da leer, que no sea un obstáculo de que privarse: pónganse todos los epítetos esos que tanto divierten a los que somos llamados payos, dueños de todo saber occidental, de esa forma altiva de ver al diferente; los mismos inteligentes convertidos en expertos en una cultura milenaria, la gitana, que nos acompaña desde siempre; esos raros, tan españoles, tan andaluces, tan de barrio como nosotros. Pericia lograda por tratar ocasionalmente con el gitano y, por supuesto, consumir veinte mil historias de la tele en algún programa documental por fascículos, que resume la historia compleja de un pueblo en cuatro manchas de sangre en un pañuelo. Sabiduría honda.
Pues este descarriado marrano ha tenido la inmensa fortuna de ganarse el respeto de un gitano. Y es un motivo de orgullo grande porque debe resultar difícil conseguir el respeto de alguien mucho mejor que tú. He tenido la suerte de coincidir en este viaje con un tipo joven, alma de viejo sabio, que se llama Marco Santiago Cortés. Este señor, al que jamás enseñé nada, ha tenido los reverendísimos arrestos de poner en un papel, donde hace años escribe su columna, que en algún momento le procuré algo que le pareció interesante. Unos cuantos habrán pasado por alto el piropo, pero a otros tantos les indigestó. Lo he escrito antes: en el mercadillo se pregona el precio. El interés de la compra depende de cada payo, y de cada gitano, y de cada descarriado, y de cada marrano, y de cada quien. Si se pasa de largo, buen día. Sin más. Yo no quiero pasar de largo.
Ahora, cuando no hay deudas que saldar ni nada que perder, como cuando Yonah Toledano encontró al gran Mingo en el antiguo reino de Granada, quiero reivindicar que a lo mejor resulta que este gitano, tan bueno y tan malo como el resto, tiene tantas virtudes que nunca reparé en lo que era. A lo mejor resulta que es gaché. Y a lo mejor, cuando despierte a este lunes, se revuelve -caracol- y, se gibela cualquier copla yeyé, agradeciendo a Undebel, otro día gitano. Como si lo fuera. ¡Qué fenómeno!
También te puede interesar
NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Bienvenidos a 'Tenfe', el tren de los horrores
Cenacheriland
Ignacio del Valle
Normas tatuadas
Postdata
Rafael Padilla
La democracia de Sánchez
Las dos orillas
José Joaquín León
El centro y los catalanes
Lo último