La vida vista

Félix Ruiz / Cardador /

Un hombre del mañana

HAY vivos que por lo mal que apesta cuanto les envuelve parecen muertos, mientras que hay muertos que, por la estela que dejaron, parecen vivos. Del primer caso van las portadas de los periódicos bien aliñadas desde hace tiempo, mientras que de los vivos que están muertos se habla poco, y eso que bien provechoso sería. Ahora, con eso del centenario de su muerte, vuelve a los periódicos el recuerdo del humanista Francisco Giner de los Ríos, uno de los pedagogos más ambiciosos del siglo XX español y uno de los grandes impulsores de la Institución Libre de Enseñanza, aquel proyecto de inspiración krausista que fundase Julián Sanz del Río. Liberal, con no poco de franciscano, Giner creía ciegamente en la educación como fundamento del progreso del hombre y como clave esencial para lograr el avance de una sociedad tan baturra y antiintelectual como ha sido siempre la española. Frente a la pulsiones pasionales o materiales que recorren nuestra historia dejándola pringada de asonadas y de sangre, Giner de los Ríos, en cuyo fondo latía la utopía de un nuevo hombre, simboliza lo anhelos truncos de una intelectualidad española que con el paso de los años habría de chocar con el fracaso de la II República y con la barbarie terrible del golpe de estado, la guerra civil, la siniestra dictadura y este aguachirle que sufrimos hoy. Muchos lustros han pasado de todo aquello, y de la mayoría de sus protagonistas históricos no queda sino el aroma de la muerte y la antigualla, mas no así en Giner de los Ríos, del que basta leer un par de reflexiones para sentir que su pensamiento de fondo sigue vivo y aletea. ¿Cómo no sentirse cerca por ejemplo de esa concepción tan suya de que la educación fuese un lugar en el que hornear personas íntegras y éticas que con su ejemplo fuesen moralizando y ejemplificando con sus hechos a una sociedad que parecía hundida en un eterno declinar? ¿Cómo pensar que sus pensamientos regeneracionistas son antiguos si la mayoría de ellos todavía parecen hoy innovadores? El camino esencial de Giner de los Ríos, que en ocasiones otros han tratado de emular sin altura o sin fortuna, es en realidad la senda que en su esencia debería retomarse para que este país intente abandonar de una vez esa vieja filosofía sufriente de la pedrada, la incultura y el olor a boñiga, que tantísimo quebranto nos causa y que casi que ha dado al traste con lo que debería ser una patria. Giner de los Ríos, en el centenario de su muerte, se alza no como un muerto más de un ayer color sepia sino como alguien del mañana. Un hombre cuyos sueños aún están por conquistar.

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