Postales desde el filo

Lo inesperado

La solución pasa por nosotros mismos, por nuestra responsabilidad y por nuestro sentido de la ciudadanía

Dice Daniel Kahneman que somos propensos a sobrestimar lo que entendemos del mundo y a subestimar el papel del azar en los acontecimientos. En estos tiempos de saber acumulado, del imparable desarrollo científico y de la omnipresencia del poder tecnológico -al que nada podía escapar- surge inesperadamente el virus incontrolable y nos sentimos desprotegidos. De repente, todo parece irreal, como si viviésemos en una serie de tv, en una temporada de esa distopía del presente que es Years and Years. La arcaica palabra pandemia ocupa los titulares, apoderándose de los informativos y de la realidad. Una pesadilla en la que sentimos nuestra fragilidad y que nos pone ante los límites de un conocimiento y un dominio de la naturaleza que creímos ilimitados. Aunque fuese un riesgo previsible, algo que estaba ahí y que en cualquier momento podía manifestarse fatalmente, como lo ha hecho en las últimas décadas con el SIDA, el Ébola, la Gripe Aviar, las vacas locas, etc. Pero nos creíamos a salvo, porque esas cosas sólo les ocurrían a otros. De ahí nuestra perplejidad ante algo de lo que, en el sentido más literal, no podemos escapar.

He tenido la oportunidad por mi edad, más que suficiente para ser población de riesgo, de vivir cosas que nunca pensé que viviría: logros maravillosos y crisis devastadoras. La de los setenta impuso la hegemonía del pensamiento neoliberal, tras fulminar el consenso de posguerra que compatibilizó décadas de pujante crecimiento económico con la creación y el desarrollo del Estado de Bienestar. Ya nada fue igual, "los treinta gloriosos" quedaron atrás. De la crisis de 2008 aún vivimos las consecuencias y el mundo parece ahora una de República de Weimar global: el irresistible ascenso de la extrema derecha, el aumento de las desigualdades, el miedo al futuro, etc. También ha habido grandes logros científicos, sociales, políticos y económicos. Pero han sido, desgraciadamente, los impactos negativos los que han determinado la realidad. No sabemos qué secuelas traerá esta formidable crisis del coronavirus. Lo que sí sabemos es que servirá para medirnos como sociedad: la solución pasa por nosotros mismos, por nuestra responsabilidad y por nuestro sentido de la ciudadanía, para seguir solidariamente las indicaciones de quienes pusimos al mando, en tiempos de tanta dificultad. También servirá para medir la fortaleza del Estado, ese mismo al que llevamos décadas empeñados en debilitar.

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