En los últimos años, Málaga ha ido cobrando protagonismo como un centro de innovación tecnológica, especialmente en el ámbito de la inteligencia artificial (IA). Las inversiones millonarias y la llegada de empresas tecnológicas a la ciudad están transformando su economía y posicionándola como una referencia en el sur de Europa. Sin embargo, este avance vertiginoso contrasta de manera irónica con la obstinada persistencia de la estupidez humana, evidenciada en muchas de nuestras decisiones cotidianas y políticas.

La inteligencia artificial promete una revolución en múltiples campos. Desde la mejora de los servicios de salud con diagnósticos más precisos y rápidos hasta la optimización de los procesos industriales y la creación de nuevas formas de entretenimiento y educación, la IA tiene el potencial de transformar la sociedad de manera positiva. En Málaga, iniciativas como los proyectos de desarrollo de sistemas de IA para la gestión del tráfico o la creación de aplicaciones que mejoran la atención al ciudadano demuestran el compromiso de la ciudad con la tecnología de vanguardia.

Sin embargo, mientras celebramos estos avances, no podemos ignorar la evidente paradoja: por muy avanzadas que sean nuestras máquinas, seguimos cometiendo errores humanos garrafales. En el ámbito político, por ejemplo, vemos decisiones que parecen desafiar la lógica básica, como la falta de inversión en infraestructuras cruciales para soportar esta transformación tecnológica. Las licitaciones públicas en Málaga han disminuido drásticamente, afectando negativamente la capacidad de la ciudad para crecer y adaptarse a las nuevas demandas tecnológicas. Además, la gestión del agua y los servicios básicos parece estar en un constante estado de crisis. A partir de este mes, los malagueños verán un aumento significativo en sus tarifas de agua, una medida que afecta a todos los ciudadanos y que plantea preguntas sobre la eficiencia y planificación de los recursos. ¿Cómo puede una ciudad que aspira a liderar en tecnología y sostenibilidad gestionar tan mal un recurso tan fundamental?

Otro ejemplo claro de esta contradicción es el mercado de la vivienda. Los precios de los alquileres en Málaga han alcanzado niveles insostenibles, con muchas familias destinando más de la mitad de sus ingresos a pagar un techo. Mientras hablamos de ciudades inteligentes y hogares conectados, la realidad es que muchos malagueños luchan por encontrar un lugar asequible donde vivir.

Esta dicotomía entre el avance tecnológico y la persistencia de problemas básicos es frustrante. Tenemos la capacidad de crear sistemas que pueden aprender y adaptarse mejor que cualquier ser humano, pero seguimos atrapados en viejas prácticas y políticas que no están a la altura de nuestras ambiciones tecnológicas.

No se trata solo de recursos mal gestionados o infraestructuras descuidadas. Es una cuestión de mentalidad. La inteligencia artificial nos ofrece herramientas para ser más eficientes, más sostenibles y más humanos en nuestro trato con los demás.

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