Desde Occidente, donde estaba refugiado el ayatolá Jomeini, promovió una revolución que, en 1979, derrocó al Sah de Persia e instauró una república islámica enemiga de Occidente. Murió en 1989. En esa década pretendió que se extendiese a todo el mundo musulmán su revolución, comenzando por su vecina Irak, único país que, como Irán, contaba con mayoría chiita. Acabó en una sangrienta guerra que se llevó por delante a miles de personas de ambos países.

Confieso que me dejó admirado Irán cuando lo visité a los pocos años de morir Jomeini, abierta ya al turismo, aunque bastante escaso. Me maravilló la urbanidad de los persas, la limpieza en todos los espacios públicos, su nivel cultural y el amor a sus poetas. Me horrorizó un régimen tan atrozmente opresor que obligaba a la mujer a vestir, no ya con recato, sino de tal forma que “no soliviantara al elemento masculino”, de ello se ocupaba la policía religiosa. En Qom, cuartel general de la revolución islámica y fermento del más feroz fanatismo religioso, la citada policía llegó a echarme violentamente de la gran plaza cerrada donde se encuentra la Madraza, la Mezquita y el Mausoleo de Fátima al-Masuma, hermana del octavo Imán de los chiitas, cuándo dos policías me preguntaron si era “muslim” (musulmán) y le contesté que no, que era andalusí, a ver si así colaba y me dejaban seguir la visita. Pero no coló, entre los dos policías islámicos, que eran como dos armarios empotrados, me cogieron del cuello y me lanzaron fuera del recinto como si fuese un despojo.

Irán desde un principio se convirtió en el estado protector del terrorismo yihadista, armando a grupos como Hezbolá, azote de la paz en Libano y Siria, a los hutíes, que tienen bloqueado el Mar Rojo y sostienen desde hace años la guerra civil en Yemen, y a Hamás que ha provocado la situación de Gaza con el atentado terrorista en Israel. El problema es que Irán se ha convertido en una potencia nuclear y además es aliada de China, Corea del Norte y Rusia. De las primeras recibe formación tecnológica para fabricar armas que después le proporciona a Rusia para su invasión de Ucrania. Irán es una teocracia gobernada por fanáticos, que hacen una retorcida lectura del Corán para alimentar el odio en sus sojuzgados pueblos para los que la religión es base de su conducta vital. Su pretensión es luchar contra la libertad depravada de Occidente y, especialmente, contra Israel que la representa dentro del propio corazón de la zona islámica más importante y rica.

La ira de Irán contra Israel se ha manifestado prácticamente como un simulacro de ataque con fuegos artificiales. No ha sido más que una muestra de poder para poner de manifiesto a esos grupos terroristas (y a Occidente) que Irán está apoyándoles. No creo que pasen de ahí, si Israel mantiene la cabeza fría y no responde con una brutalidad similar a la cometida ante el inaceptable asesinato de Hamás. Un asesinato que hay que castigar y acabar con quienes lo cometieron, pero que no justifica el genocidio que están ejecutando las tropas israelíes en Gaza. La pregunta que hemos de hacernos en España es ¿qué pintamos en ese conflicto si no es yendo de la mano de Europa? Ya pisó un charco Aznar sin que nadie se lo pidiera y le salió fatal. No crea Sánchez que por meterse en éste evitará los problemas internos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios