La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Ni la mano ni el codo para los saludos

Habría que promocionar el cabezazo leve como forma de saludo. Los japoneses son mucho más limpios que nosotros

La pandemia nos ha hecho más higiénicos. El presidente del Gobierno nos ha instado a lavarnos las manos. El consejero de Salud nos da un tutorial sobre la colocación de la mascarilla. Aguirre tiene ya un club de seguidores. Es genial cómo indica que la nariz no debe quedarse fuera. De estar en la rampa de salida del Ejecutivo andaluz, monseñor Aguirre es un fijo en todas las supuestas remodelaciones que ahora se barruntan. ¡La política es como la cabalgata: unas veces se es rey y otras beduino! Y Aguirre ahora mismo es el rostro de la pandemia andaluza, por el momento gestionada con éxito. Gracias al bicho que nos amenaza se ha acabado casi con todo el toqueteo entre personas, que sabrá Dios dónde ha metido la mano algún sujeto antes de dártela. Pero como no hay dicha completa, se ha hecho costumbre eso de ofrecer el codo al prójimo como forma de saludo. La gente se codea literalmente. Vemos en el informativo de Canal Sur Televisión al presidente Moreno ("Llamadme Juanma") y a Susana Díaz ("¿Qué pasa, canijo?") saludándose con los codos. Qué horror. Hemos limpiado las misas del insalubre saludo a la hora de la paz, pero ahora resulta que hay que ofrecer el codo a una señora, un anciano o un niño. Habría que promocionar el leve cabezazo como forma de saludo, o utilizar el elemento suprasegmental del lenguaje, que era como se llamaba al tono en las clases de Lengua en el extinto COU, para enfatizar el saludo y trufarlo con más o menos calidez, según los casos. Los codos sirven para bien poco, salvo para moverse en las bullas con riesgo de ser respondido de forma agreste. Es sabido que no se ponen encima de la mesa durante el almuerzo, aunque el personal es aficionado a esta práctica al mismo tiempo que el tenedor hace una suerte de puenting colgado de una mano. Cuando uno recibe un impacto especialmente molesto en esta parte del brazo se le llama el golpe de la suegra. ¡Si tendrá mala fama el codo! Ítem más. Cierta lesión recibe el nombre de codo de tenista. Hay que erradicar el saludo con el codo. Es una estupidez. Mucho más limpio el saludo que usted recibe cuando entra en un restaurante japonés. El amable nipón se inclina, sonríe y te ofrece sin más dilación los sushi, nigiri, sashimi y maki, amén del arroz frito. Además, si uno saluda con el codo no guarda la distancia interpersonal debida, que no llamaremos social porque evoca al lenguaje franquista. Nada de codos. Aire, mucho aire entre las personas. ¿Y la mascarilla? No me dirán que no es útil cuando uno baja la basura en el ascensor, o cuando se cruza con alguien poco amigo del aseo. Seamos positivos porque la chicotá se presume larga.

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