Las dos orillas

josé Joaquín / león

El nuevo centralismo

TODO lo que ha ocurrido en la Diada de Cataluña era previsible. Nada es sorprendente, ni siquiera la quema de banderas, retratos y páginas de la Constitución. En el Mediterráneo están acostumbrados a quemar lo primero que encuentran a mano en la Noche de San Juan. Y en la Diada, ya puestos, son capaces de quemar hasta los puentes del entendimiento. En Madrid, viendo lo ocurrido, se rasgan las vestiduras, a la vez que se frotan las manos. Puigdemont, Junqueras, Colau y la CUP están alimentando un nuevo centralismo, que intenta liquidar el Estado de las Autonomías (que es el establecido en la Constitución), y así volver a lo que más les gusta: dividir a España en Madrid y provincias.

Hay una parte de la capital que es muy suya. No se contentan con bailar chotis en la verbena de la Paloma, como Esperanza Aguirre, sino que recelan de todo lo que existe en España que no sea madrileño. El barrio de Lavapiés está lleno de inmigrantes multiétnicos, para colmo. Y no arremeten sólo contra la independencia ilegal, sino también contra las autonomías legales, que serían las únicas causantes del déficit público y la ruina de España, mientras el Gobierno central (al que confunden con Madrid) les paga las trampas.

Esta mentalidad centralista está en pleno periodo de expansión. Conste que no afecta sólo a la política. Si nos fijamos en lo que se publica, resulta que las empresas de Cataluña y otros territorios periféricos huyen masivamente a Madrid. Otras empresas, que ya tienen sus sedes en la capital de las capitales, están suprimiendo sus estructuras territoriales, porque se les infiltraban independentistas y gente rara.

¿Y los medios de comunicación? Tampoco se salvan. Algunas emisoras de radio suprimen sus programas regionales y locales para emitir en cadena a toda España y rentabilizar a sus grandes figuras. Periódicos nacionales, incluso con fama de progresistas, eliminan o reducen al mínimo sus ediciones regionales y locales, lo que contribuye a incrementar el paro de periodistas. A Canal Sur y las televisiones regionales les llueven los palos. "Son un derroche absoluto, un despilfarro", según dicen. Por el contrario, todos los españoles pagamos el lujo multimillonario de TVE, como si fuera lo más normal, y olvidando que les prohibieron financiarse con publicidad.

Puigdemont que vaya a lo suyo. Es normal que el problema catalán no tenga salida. Es como un artificio que han creado entre todos para vivir de un cuento.

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