Letra pequeña

La política y el científico

LA política no tiene cabida en las aulas". El sociólogo Max Weber lo remachaba en su conferencia La ciencia como vocación para la Asociación Libre de Estudiantes de Munich en 1919, cuando la Liga Espartaquista pretendía asaltar el poder mediante una revolución similar a la de los bolcheviques. Su reproche se dirigía tanto a los estudiantes pacifistas o antipacifistas que aguaban una clase a determinado profesor como a los profesores que en lugar de definir ante sus alumnos el significado de "monarquía" y de "república", les convencía de que una era buena y la otra era mala y por qué. La Universidad, según esto, debería mantenerse más alejada de la política que cualquier otra institución. Debería.

Un político metomentodo jamás se acercaría a la facultad de matemáticas o medicina, pero la enseñanza de las ciencias sociales resulta enormemente apetitosa: decidir que la economía de mercado es mejor que la planificada, que la izquierda es una opción más o menos decente que la derecha, que se incorporarán los parias de la tierra y José Antonio acabará por gritar "¡presente!". Raymond Aron consideraba que ningún científico alemán, ni el más entusiasta nazi, podía haberse creído sinceramente aquello de que existía una "matemática aria" y una "matemática judía". 1+1=2, lo sume Albert Einstein o Wernher von Braun. Pero en historia, en economía, en sociología, la manipulación ideológica cala mejor y atribuye nimbos y alas, rabos y cuernos a las instituciones que analiza. El navajeo entre profesores por hacerse con departamentos, asignaturas, recursos, resuena entre los pilares del templo del saber y enfrenta a grupos de relación íntima con partidos políticos. Así funcionaba en tiempos de Max Weber y en tiempos de Aron. Hoy las cosas en la Universidad han cambiado: tenemos internet. Los dignos funcionarios y las asociaciones a las que pertenecen siguen acuchillándose.

Andrés Martínez Lorca se marcha y deja su sillón de director de la Universidad a Distancia en Málaga. Lo hace tachando a la Diputación, que participa en el Consorcio de la gestión de la UNED, de pretender empotrar profesores allegados. El resultado, a decir de Martínez Lorca, es que se están quedando sin tutores, pues la Diputación no hace más que ponerles pegas sin importarle su valía profesional con la intención de ocupar la vacante con uno de los suyos. Salvador Pendón contesta muy rebotado al director que se va que si sabe de algún caso o lo denuncia o se calla. La directora que viene es María José Álvarez, titular de Economía en la UNED de Madrid y hermana de la ministra Magdalena. Nadie se atreve a discutir la justicia de la elección, pero si se llamara María José Morcillo todos se habrían serenado. Y no es el caso.

En unas se nota más que en otras pero la Universidad es una creación social, por tanto politizada. Le guste a Weber o no. Y a nosotros.

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