Estaba leyendo una entrevista de Albert Boadella sobre su último libro: Joven, no me cabree, cuando me vino la noticia de la muerte de Javier Marías. ¡Dios, se ha muerto el más grande de los clásicos de este siglo! Porque Javier Marías era ya un clásico antes de morirse. ¡Qué triste se quedan las letras!

Por un momento, aparte distancias literarias, vi un paralelismo entre Marías y Boadella. Ambos han conseguido cabrear a la progresía carpetovetónica. El académico arremetió contra los populismos, las mentiras, el mal gusto y la mala educación, la adulteración dolosa del idioma, la fractura incitada políticamente de la sociedad y la falsedad y deslealtad política. El escritor, actor y dramaturgo Albert Boadella, fundador del famoso y controvertido grupo teatral Els Joglars, ridiculiza todos los mitos acuñados por los "progresistas" que nos han llevado a la situación social y política de la que abomina Javier Marías. La diferencia solo está en que Boadella lo denuncia por la vía de la sorna y el humor. El catalán militó en su primera juventud en el catalanismo y, en general, en la izquierda antifranquista catalana. Pero siempre estuvo en la lucha por las libertades y en contra de cualquier dogmatismo de izquierdas o de derechas.

La juventud de Albert, que fue también la mía, se movió dentro de ese movimiento político llamado progresista nacido en el franquismo. La frase: "contra Franco se vivía mejor" pasó al acervo de la transición, pero solo tiene sentido para los que vivimos en la dictadura. Posiblemente sea eso lo que nos haga ver la actualidad de otra forma. Cuando uno ve a Bolaños diciéndole a Feijóo "mentiroso", después de sufrir a Pedro Sánchez estos últimos cuatro años, no puede uno más que pensar que la dictadura era más decente. En la dictadura todo estaba claro, nadie mentía, como con Fidel Castro en Cuba ¡vamos! La bota del dictador pisaba a todos por igual, estaba socializada. Ahora todo el mundo miente. Yolanda Díaz ha dicho que en los quince días de vacaciones, además de hacer deporte, divertirse y comer, ha leído doce libros. ¡Esa sí que es progre! Y uno de ellos habrá sido El Capital de Marx.

Hay recuerdos que ponen de manifiesto las memeces "progresistas". Recuerdo que la película Helga, el milagro de la vida, proyectada en el cine Atlántida, entonces sala X, tuvo un éxito enorme porque salía un desnudo integral de una mujer... ¡dando a luz! Era un reportaje sobre el alumbramiento de un bebé. ¡Magnífica! Exclamábamos todos al salir ¡Qué realismo! La mayoría no exteriorizaba lo que pensaba, que básicamente era haber visto una mujer desnuda. Toda esa juventud progre, origen de la "demo-autocracia" que tenemos, no éramos más que una juventud machista más salida que los venados en la berrea producto de la puritana y censurada sociedad franquista. De aquella progresía, abuelos, nos han venido estos progresistas, los nietos. Por eso decía Boadella que había que derribar mitos como el de la modernidad que no deja de ser "el impulso compulsivo de derribar el pasado, no solo el de hace 2000 años o 500. También el de hace tres meses." O sea, más o menos, lo que decía Javier Marías: "El pasado es un fastidioso espectro que nos incordia, reclamando atención, sin darse cuenta de que ya es un estorbo para un tiempo volcado en lo inmediato y efímero".

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