Cenacheriland

Ignacio del Valle

La rebelión de los taxímetros

Mejor invertir tanta energía en fidelizar con civismo a la clientela como se hace en el resto de los sectores

El taxista fue espejo de la prosperidad y del orgullo autónomo. Los aristócratas rusos emigrados a París, huyendo de la revolución y masacre soviética, se emplearon como taxistas dada su habilidad chófer, según Chaves Nogales. Los taxistas londinenses son famosos por el itinerario para obtener su licencia. Tres años y pico de estudio para memorizar 25.000 calles disponibles hoy en GPS. El esfuerzo y espíritu british les sirve para mejorar la neuroplasticidad del hipocampo, parte del cerebro que se ocupa de la cuestión espacial. Es decir, ubicarse. En Barcelona, Madrid, Cenacheriland y todas las ciudades que siguen la grève a lo 68, los taxistas están desnortados. Arremeten contra los trabajadores y fintas legales de las plataformas digitales de vehículos con conductor.

Como empresarios de sí mismos los taxistas apechugan con la maraña de licencias, registros, inversión en adquisición y mantenimiento de vehículo, ITV, seguros y todos los costes relativos al desempeño de su oficio. Muchos navajazos de impuestos cada vez que llenan el depósito con la bandera sin bajar. Hay taxistas vocacionales y colibrís a tiempo parcial. Detrás de un volante te puedes encontrar a un pluriempleado. El caso más sorprendente que escuché es el de un muy buen creativo publicitario. El tipo tenía talento. Abandonó una magra nómina precrisis para escuchar y escribir historias a su aire de Llanero Solitario.

Los taxistas suelen estar informados. Los ratos de desespera en la parada reservada leen prensa, libros, pasean por las emisoras de radio. Tienen opinión y criterio que sirve de termómetro social para todólogos tertulianos. Como el sabio pobre y mísero que se lamentaba de las hierbas que recogía, que cuando se dio la vuelta vio a otro colega acopiando las plantas que acababa de tirar. La competencia insurgente barre como escoba china nueva. También a pedir de app. Vehículos cuidados, ecológicos, conductores trajeados, aseados, recibimiento con botellín de agua gratis, amabilidad. Elección de silencio, conversación o música. Una estabilidad laboral controlada y precaria sujeta a la delatora calificación del cliente, no siempre empático. Si la rebelión de los taxímetros consiste en agredir, cortar calles y multiplicar la ruina por X de Taxi en temporada alta es suicida. Mejor invertir tanta energía en fidelizar con civismo a la clientela como se hace en el resto de los sectores y recordarles que la calzada no es suya por mucho que se la curren.

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