El puchero

Teresa Santos

El reto del caso Malaya

SIEMPRE he pensado que un periodista no debe conformarse con las verdades oficiales, pero aceptado ese principio, lo que sigue es el vértigo y la impotencia. Difícilmente podemos dedicarle a un tema el tiempo que requeriría una investigación minuciosa, lo más que podemos hacer es adentrarnos en la observación de la realidad para trasladarla a la ciudadanía siendo conscientes de nuestras limitaciones. A pesar de ello, algo tan sencillo como observar, indagar, preguntar y contar, puede levantar ampollas cuando lo que se espera de nosotros es que hagamos nuestra la "verdad" de la que se nos ha informado. La realidad no es plana y ofrece múltiples aspectos. A muchos de ellos no llegamos, otros ni tan siquiera los intuimos. Y esa es la sensación que dentro de la profesión se tiene cuando se piensa en investigaciones del calibre del caso Malaya. Aún no nos explicamos por qué un día se dio por cerrada y aquí paz y después gloria.

A unos días del inicio del mayor macro juicio de la historia de España, me pregunto si seremos capaces los medios de comunicación de ir desgranando las claves del caso Malaya. De cómo una investigación policial y judicial puso patas arriba todo un ayuntamiento para hacer rodar a toda velocidad la máquina de la Justicia contra quienes presuntamente se estaban saltando las leyes. Una situación que puso de manifiesto una incapacidad del sistema para controlar ciertos comportamientos. Si las sesiones del juicio que se prolongaran a lo largo de un año, van corroborando ese mensaje, mal haríamos nuestro trabajo si en lugar de enfocarlo en esa dirección, focalizáramos la atención sólo sobre algunos de los acusados, los mas mediáticos, esos que levantan el morbo ciudadano y de los que repetidamente se habla en las tertulias televisivas. Entre otras cuestiones porque no sabemos a donde habría conducido la investigación si se hubiera prolongado más en el tiempo y si sería aún mas numeroso el grupo de los que estarían sentados la semana próxima en el banquillo.

Que no nos conformemos con la versión oficial de los hechos, no quiere decir que no la respetemos. Que no entremos en la culpabilidad o inocencia de los acusados, no quiere decir que olvidemos la presunción de inocencia. Debemos tomar distancia para informar sobre aquello que vaya revelando cada sesión del juicio, con el máximo cuidado, con el máximo respeto tanto hacia los investigadores como hacia los acusados. Desde la distancia, sólo desde la distancia, es posible que seamos capaces de comprender por qué hasta que se inicia la Operación Malaya, no se habían encendido antes las alertas.

Labor de titanes la de Héctor Barbota y Juan Cano, dos colegas periodistas que aportan claves fundamentales del caso en La ultima gota, un relato novelado sobre la investigación de esta complejísima causa judicial. La investigación del caso Malaya se enfrenta ahora a su prueba de fuego, ser analizada pormenorizadamente y puesta en cuestión por las defensas de todos y cada uno de los acusados. Ese es el reto para las acusaciones, como lo es para el tribunal que las sesiones no se conviertan en un circo y puedan celebrarse en los plazos previstos.

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