Mitologías Ciudadanas

José Fabio Rivas

La sabiduría

Corren tiempos sombríos, tiempos caracterizados no solo por lo convulso (incluida la profunda crisis del Covid) o por las dificultades para llevar una existencia razonablemente grata, desde un punto de vista económico, sanitario, de paz social…, sino por la proliferación de la estupidez y el enfurruñamiento, por la ignorancia que se jacta de sí misma. Y esto sucede sobre todo en el primer mundo, donde asentarse en la queja -en muchos casos- no es más que falta de respeto y exceso de frivolidad con los pueblos y las personas más necesitadas, las que sufren las situaciones más violentas e injustas y carecen de los bienes más básicos para vivir. Pues bien, en estas sociedades del bienestar vale la pena, aunque sea como propósito de Año Nuevo, apostar por la sabiduría, por intentar ser un poco más sabio.

No me refiero a la sabiduría como conocimiento; es decir, como acúmulo de datos y saberes más o menos académicos o enciclopédicos en nuestra memoria (por cierto, con la edad, cada vez más maltrecha), sino a la sabiduría que emana de un saber estar en el mundo; o sea, una actitud ante las dificultades inherentes al hecho de vivir, en la que se anuda el mayor o menor conocimiento que cada uno ha ido adquiriendo, con la vivencia gozosa del sentido de su propia existencia y con la capacidad para entender lo que es bueno, justo, bello, apetecible o aborrecible… Esa conjunción de conocimientos y entendimientos, incluido el entender al otro -la empatía-, el saber que el otro (tu interlocutor: que puede o no estar de acuerdo contigo, que puede o no compartir tus creencias y tus ideas, incluidas las políticas e ideológicas) es alguien como tú, que está hecho del mismo barro y que también él fue amamantado y cuidado por otro humano; que también como tú, ese otro tiene su propia manera de percibir, pensar, sentir y actuar en el mundo, y que en su quehacer, en su modo de actuar y relacionarse con otras personas, también contigo, influye su propia historia, sus vivencias, sus miedos y emociones, su fortaleza y su fragilidad, su ser más o menos prudente o insensato… Todo eso es la sabiduría, y el mejor ejemplo lo encontramos en la tragedia de Sófocles, Edipo en Colono.

El primer párrafo de esa tragedia es ejemplar. Edipo -el que fue poderoso rey de Tebas-, pero ya es un hombre viejo, ciego, pobre y enfermo, llega a Colono acompañado de su hija Antígona, buscando un lugar tranquilo para morir, y exclama: "Hija de este anciano ciego, Antígona, ¿a qué región hemos llegado? ¿Qué gente habita la ciudad? ¿Quién hospedará en el día de hoy al errante Edipo, que no lleva más que pobreza? Poco, en verdad, es lo que pido y menos aun lo que traigo conmigo, y sin embargo, esto me basta. Los sufrimientos, la vejez y también mi índole propia me han enseñado a condescender con todo".

"Condescender" con los otros, aceptar sus puntos de vista, sin abjurar de los nuestros, acomodarse y congeniar en tanto que los otros -como dice el

diccionario de la RAE- tienen genio, carácter o inclinaciones similares a las nuestras. Ya digo, eso es la sabiduría. Y bien nos valdría incluirla en los propósitos del Año Nuevo.

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