Mitologías Ciudadanas

José Fabio Rivas

Las vacunas de la Covid-19 han venido…

Parafraseando la coplilla de Antonio Machado, "la Primavera ha venido nadie sabe cómo ha sido…", hoy podemos cantar, "las vacunas de la Covid han venido y algunos no saben cómo ha sido…". Desde luego, no me refiero a los charlatanes, a los piraos de lenguas emponzoñadas, ni siquiera al arzobispo de Valencia, Monseñor don Antonio Cañizares. No, ellos lo saben todo, sin necesidad de estudiar (y ni siquiera de reflexionar… ¡Qué trabajo tan pesado y tan inútil!) medicina, biología molecular, epidemiología, inmunología, biotecnología de vacunas basadas en péptidos de vector viral o en ARNm. Así que suponemos (los mal pensados pensarán que es mucho suponer) que por razones infusas, conocen el esfuerzo y los costes que ha supuesto estudiar las fases preclínicas y clínicas de dichas vacunas, la gran cantidad de voluntarios que en las cuatro fases de los ensayos clínicos les ha sido proporcionada, a fin de evaluar el rango de dosis adecuada, los efectos adversos, la eficacia en la producción de respuestas inmunes, la eficacia individual, la efectividad en el mundo real… También seguro que conocen el papel crucial que en la aprobación de dichas vacunas han cumplido las agencias internacionales y nacionales (FDA, MHRA, Agencia Europea del Medicamento…). En fin, que ellos saben de lo que hablan cuando se refieren a las vacunas de la Covid-19, que en menos de un año (una auténtica odisea científica), han comenzado a ser inoculadas a la población mundial.

Pero mi querido lector, usted, como yo, poco sabe (y es lógico) de ese saber tan complejo y sofisticado. Nosotros nos quedamos en aquello de que las vacunas venían de las vacas, de que al final del siglo XVIII, durante la mayor epidemia de viruela en Europa, un médico rural inglés (Edward Jenner), observó que las ordeñadoras, por el contacto directo con las vacas, adquirían a veces una especie de viruela bovina (inofensiva para los humanos), pero luego no enfermaban de la mortífera viruela humana. Así que Jenner, sacó el fluido de una vesícula de la mano de una ordeñadora con viruela bovina y lo inyectó en el brazo de un niño. A los pocos días, el niño contrajo la leve viruela bovina. Pero al poco tiempo, el osado y perspicaz Jenner le inyectó al niño fluido de viruela humana y, ¡oh, la ciencia!, el niño no enfermó. Había sido inmunizado. Desde entonces, la lista de vacunas ha ido incrementándose: viruela, rabia, cólera, tétano, difteria, peste, tos ferina, tuberculosis, fiebre amarilla, tifus, gripe, poliomielitis, sarampión, paperas, rubeola, varicela, neumonía, meningitis, hepatitis A, virus del papiloma humano… Millones y millones de vidas salvadas, sin contar el enorme sufrimiento que dejaban las secuelas de algunas de estas enfermedades, o el ahorro económico que aportan las campañas de vacunación sistemática de la población. Eso es lo poco que usted y yo sabemos, y por eso, esperanzados, celebramos la llegada de las vacunas contra la Covid-19, dispuestos a ser vacunados cuando nos toque, no por fe, sino por la cantidad de evidencias científicas que en su trayectoria la ciencia y la medicina han ido acumulando. La fe es otra cosa, son creencias religiosas o mágicas, que dan fuerza y consistencia a la vida de muchos honestos creyentes, pero también a muchos tontos del culo, de esos que no tienen remedio.

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