La vida vista

Félix Ruiz / Cardador /

La valla

RECONOZCO que siento estupor y arcadas al leer muchos de los comentarios que se acumulan en la web de este diario y de otros respecto a los intentos de asalto de la valla fronteriza de Melilla por parte de cientos de inmigrantes africanos. Contra lo que se pudiese pensar, lo que abundan no son los juicios mesurados y sensatos, sino los radicalismos y la inhumanidad. Lo más común que se pide es por ejemplo que se siembren de minas los terrenos colindantes a la valla y que se electrifique la misma. Disuasión a lo bestia. Se constata en todo caso que a los ojos de nuestra sociedad hace ya tiempo que esas personas dejaron de ser personas y que sus tragedias ya no conmueven como debería. Si después de ver tantas y tan crudas imágenes de muerte y de dolor como hemos visto a lo largo de los años incluso somos capaces de escribir, al refugio del anonimato, con esa dureza del alma no es sino porque la capacidad emocional y de empatía se colapsó y lo que nos queda no son sino colmillos y falta de piedad. Que España y Europa no tienen capacidad para acoger en su seno a tantísimas personas como aún hoy, en plena crisis, desearían vivir aquí es algo evidente. Fronteras tiene que haber, y normativas, claro. Pero con eso sólo no basta ni bastará. El problema está en el origen, en ese continente africano tan fabuloso al que Occidente ha esquilmado durante siglos sin comprometerse a hacerlo partícipe de sus avances políticos y económicos. África es el espejo cruel en el que Europa no quiere mirarse, porque cuando lo hace se asusta de su propia inhumanidad, de los rasgos crueles que nos devuelve. Los líderes políticos se conforman por contra con acudir al entierro de Nelson Mandela y con hacer el paripé y, mientras tanto, el continente entero se desangra en guerras civiles, dictaduras, hambrunas y tragedias sin número. Mientras Europa no planifique un plan de desarrollo para África integral será imposible que su frontera Sur deje de verse en situaciones dramáticas como las actuales. Lo que vienen son personas, sí, personas, de una tierra sin esperanza y no dejarán de buscarse un futuro por mucho que se siembre de minas su camino. Si nada se hace, los problemas y la violencia no harán sino crecer, crecer y crecer. Ya lo hacen, de hecho.

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