EL éxito del viaje del presidente del Gobierno a China ha quedado empañado por la precipitación del entorno de Zapatero al anunciar acuerdos que se encuentran todavía en fase de estudio y consideración. Dos eran los objetivos fundamentales de la visita de Zapatero al gigante asiático, convertido en la segunda economía mundial y poseedor de una liquidez financiera extraordinaria. Por una parte, aumentar la adquisición de deuda española por el Gobierno chino. Por otra, la participación china en la recapitalización de las cajas de ahorros españolas en dificultades. Los dos objetivos se pueden considerar alcanzables, una vez que las autoridades comunistas fueron informadas por su interlocutor de los nuevos parámetros de la economía española tras los ajustes y reformas acometidos en los últimos meses. No obstante, un portavoz autorizado del Gobierno español, tan obsesionado por la imagen, se aventuró a filtrar a los enviados especiales que ya había un acuerdo concreto y hasta cifró en 9.300 millones de euros la cantidad que la Corporación de Inversiones de China iba a invertir en el sector financiero de nuestro país, extremo que fue rápidamente matizado por dicha corporación, en el sentido de que se trata de un asunto sometido aún a estudios preliminares. De hecho está previsto el viaje de una delegación china a España para analizar sobre el terreno, en contacto con la confederación de cajas, las posibilidades reales de realizar dicha inversión. En resumidas cuentas, se trata de una buena noticia... anunciada antes de tiempo. Lo más probable es que la medida inversora acabe materializándose, al igual que la compra de más deuda española. Después de haber logrado un pacto semejante en Qatar, el Gobierno está trabajando bien esta parcela importante de la política exterior y rentabilizando en interés nacional la credibilidad y la solidez de la economía española después del giro reformista que el Ejecutivo ha imprimido a la segunda etapa de su mandato. Convendría, en todo caso, acompañar esta gestión con la prudencia y la seriedad, incompatibles con el efectismo de los anuncios precipitados. La imagen debe importar menos que la realidad.

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