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Guadalupe Zafra tiene 51 años y ha descubierto, según su testimonio, por casualidad que su mamografía mostraba un hallazgo sospechoso tras cuatro meses sin noticias de los resultados. Fue ella misma la que tuvo conocimiento del bulto al acceder con su certificado digital a su informe, en el que se le advertía que requería someterse a más pruebas. Su caso ejemplifica los supuestos fallos del programa de detección precoz de cáncer de mama que han abierto una crisis política y sanitaria en Andalucía.
El pasado 3 de junio había acudido a su cita de cribado en el centro de salud de Antequera, municipio en el que reside. Había recibido la notificación dentro del programa rutinario del Servicio Andaluz de Salud (SAS), que cita a mujeres de entre 50 y 69 años cada dos años para realizar una mamografía preventiva. “Fui convencida de que todo estaba bien. Me dijeron que si en 10 ó 15 días me llegaba una carta, sería porque habían visto algo raro, y si no, era buena señal”, recuerda. Pero los días pasaron, luego las semanas, y después, los meses. Ninguna carta llegó.
Guadalupe pensó que no había motivo de preocupación. Hasta hace unos días. El domingo, con cierta zozobra, accedió con su certificado digital a su historial clínico. Para su sorpresa, descubrió en su informe que en la mama superior izquierda hay un bulto, que ella nunca se había detectado. Y fue así como supo que debía realizarse un TAC con contraste. “Si no me muevo, no me entero. Me habían dicho que si encontraban algo fuera de lo normal me llamarían por teléfono o me enviarían un escrito informando de si me tendrían que hacer más pruebas”, remacha.
Su asombro se convirtió en indignación. Había conocido por sí misma, a través del portal del paciente, que su mamografía mostraba una anomalía, lo que le parece una “vergüenza”. Al día siguiente decidió presentar una hoja de reclamación en el hospital de Antequera contra el SAS.
"Me habían dicho que si encontraban algo fuera de lo normal me llamarían o me enviarían una carta"
La mujer descubrió además que su caso llevaba semanas archivado sin comunicación alguna: “Me hice la mamografía el 3 de junio a las once menos diez de la mañana. ¿Sabe cuándo el radiólogo hizo el diagnóstico? El 27 de junio, a las 21:41 horas. Y aun así, nadie me avisó. El 5 de julio yo no tenía constancia de nada”.
En su informe médico figura que presenta un hallazgo en una mama y que requiere pruebas adicionales para ampliar el estudio. La cita la tiene el próximo 16 de octubre. “El TAC tarda diez días, otros diez el informe del radiólogo… Y después decidirán si hace falta cirugía, biopsia o radioterapia. Esto se puede alargar hasta Navidad”, lamenta. Y, a renglón seguido, denuncia que “no hay derecho a lo que están haciendo” con estas pacientes. “Es patético”, sentencia.
Zafra está a la espera de una respuesta a la reclamación formal, y asegura que su caso no es el único. “Esto le está pasando a muchas mujeres. A una de ellas, en Sevilla, le detectaron el cáncer en estadio 4, con metástasis en los huesos, porque no la avisaron a tiempo. No se trata de cambiar un ladrillo, son vidas humanas”. A pocos días de su TAC, resume su situación con una frase que retrata el sentimiento de otras afectadas: “Si no me muevo, no me entero. Y eso, en algo tan serio como el cáncer, es inaceptable”.
El testimonio de esta paciente antequerana coincide con la tormenta política y social que atraviesa Andalucía por los retrasos en el programa de detección del cáncer de mama. El escándalo se desató tras conocerse los errores en el protocolo del programa de cribado, que afectaron a miles de mujeres andaluzas. Un grupo de pacientes con mamografías clasificadas como “lesiones posiblemente benignas” no fueron citadas para seguimiento ni informadas de sus resultados.
Guadalupe cree que no se trata de “un fallo técnico, sino un fallo de gestión”: “Hablamos de vidas humanas”. Su enfado no se limita a los retrasos, sino también a la “frivolidad” con la que, opina, se está abordando el problema.
Y anima a las mujeres a palparse el pecho y acudir al ginecólogo ante la más mínima sospecha. “Me hice la mamografía y así empezó todo. No me notaba nada, ni en la axila ni en el pecho. El bulto está muy profundo, por eso necesitan el TAC con contraste", explica. Mantiene la esperanza y su actitud es de lucha: “Si sale mal, habrá que coger el toro por los cuernos”. Es consciente de que el cáncer, precisa, “no solo afecta al paciente”. Lo cambia todo. La vida familiar, la laboral… Es como una bomba atómica”.
Ella, además, atraviesa otro trance en su vida: se quedó sin empleo este verano. Trabajaba en una gasolinera low cost en Antequera. A finales de julio, a las puertas de las vacaciones, recibió la carta de despido, que la empresa justifica por “causas organizativas”. “Me han reemplazado por una máquina. Ahora todo lo hace un sistema automatizado desde Colombia”, enfatiza.
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