Entre bambalinas

La firmeza de una madre

  • Por muy complicada que sea la circunstancia, ahí estarán ellas para regalar y repartir vida

María Santísima de Gracia.

María Santísima de Gracia. / Marilú Báez (Málaga)

Probablemente muchos malagueños no hayan tenido que elegir la medalla que hoy penden de sus cuellos. Es, en efecto, la primera muestra de amor cofrade, la más pura y sincera. Tus padres te la impusieron al nacer, y juntos se encargaron de hacerte sentir esa devoción que poco a poco se acrecienta en ti y vas retroalimentando. Eres cofrade y hermano de tu corporación por convicción.

Ella fue la que te inculcó las primeras vivencias con la hermandad sin tú apenas entender el porqué. Un día te revestiste con una túnica nazarena, y saliste rodeado de otros niños en la cabeza de procesión, mientras tu madre te buscaba por cada esquina para recolocarte la faraona porque ya apenas veías con un solo ojo. Nunca te sentiste solo en la multitud, ella caminaba a tu lado, firme ante todo y ante todos. Curioso, tu madre te acompañaba a ti, pero tú caminabas precediendo a esa Madre que bajo palio recorría la amplia calle Mármoles acompasada por dulces acordes.

Creces, continúa la vinculación con tu corporación, y decides iluminar el camino a la Señora con un cirio en la mano y el capirote. Querías estar aislado y sentirte ya mayor con el resto de tus hermanos, pero de repente aparece ella en la esquina de todos los años. Parece imposible, pero es capaz de reconocerte entre ese mar de nazarenos rojos y llegar hasta ti para preguntarte y auxiliarte en lo que necesitaras.

Llega el día en el que obedeces lo que unos toques de campana dictaminan. Ahí miras al cielo y la ves. Su manto te cobija mientras escuchas desde la acera el aplauso y el sentido ánimo de tu madre. Entonces, cuando vuelves a vestir tu hábito nazareno, tras llevar muchos años soportando el peso del varal en tu hombro, la buscas y la vuelves a encontrar. Ya no te habla, ya no te pregunta, pero giras la vista y la ves. Está con Ella, en su rosario de cuentas verdes, y en esas flores que se posan a las plantas de tu Virgen. Su firmeza es inquebrantable.

María fue capaz de acompañar a su Hijo en sus momentos más agónicos, que cada año revive a su manera la ciudad de Málaga, hasta el último minuto. Las madres, esas figuras imprescindibles en nuestras cofradías. Ella sonreirá al verte trabajar con tus hermanos por vuestros sagrados titulares. Hoy tú miras a la Virgen con los mismos ojos humedecidos por la emoción, tal y como tu madre te enseñó sin necesidad de explicación alguna. Hoy guardas ese silencio en el templo mientras veneras a tus sagrados titulares, y ella te sujeta fuerte de la mano.

Es el mes de la madre, y hoy, su día. Las flores que con tanta gracia exornan a nuestros sagrados titulares se pasean por las calles bajo el regazo de las mujeres que se encargan de regalar vida. Pero qué injusto es que tengan solamente un día especial en el que todos se acuerden de ellas. Son el auténtico motor de nuestro día a día, y como tal, su firmeza, constancia, amor y cariño deben cuidarse y mimarse durante todo el año. Es lo mínimo que se merecen. Ellas son las que, a pesar de los confinamientos perimetrales, siempre están cerca.

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