Semana Santa

Victoria: alfa y omega

  • La Patrona se hace presente en todos los cortejos de las hermandades de la jornada

  • El Nazareno de los Pasos procesionó en su trono tras la restauración de Naranjo

Santa María de la Victoria, patrona excelsa de la ciudad de Málaga desde hace 150 años, decidió fijar en el calendario de la Semana Santa su nombre para siempre en el Martes Santo. Romper contra cualquier clase de duda, no permitir que el imaginario colectivo se traslade al Perchel o Nueva Málaga. No, en un cariñoso egoísmo, todo giró en torno a su perfil gótico. Tres hermandades victorianas, una banda, un manto de flores y una escultura de pequeña escala. Todo empieza y todo acaba en su basílica. En su figura. En su enseña. En su vida.

Rocío 

Un cofrade, situado a las 4:10 de la tarde en el núcleo de la Tribuna de los Pobres, podría llegar hasta la cruz guía del Rocío siguiendo el reguero de personas que se agolpan al sol para esperar a que llegue la señera cofradía victoriana. Es el particular cuento de pulgarcito hecho penitencia que sirve como guía para los rezagados sin itinerario. Da igual que falte una hora hasta que se deslumbre a lo lejos el inicio del cortejo. Da igual que el teléfono marque 22 grados, y también da igual que ayer la jornada finalizará pasadas las siete de la mañana. Es Martes Santo y el tiempo se para. Como si se rememorara aquella divina unión de una Virgen con su pueblo en forma de Coronación masiva. Lo que ha sido, seguirá siendo. Y más aún en un día en el que cada detalle es una mención implícita a la patrona, en forma de estatuilla, manto o marcha. Resulta anecdótico apreciar la vorágine de espectadores que presencian el discurrir de la hermandad: de lo más castizo del barrio en forma de vítore, hasta los turistas más asombrados que rápidamente sacaban sus teléfonos para inmortalizar el momento.

Una vez más, la idea de hermandad "tronera" con un buen cortejo nazareno deriva en la compatibilidad plena. O al menos así fue en los primeros tramos del recorrido, por mucho que los descapirotados deambulen. Igual de gustoso que ver a un trono ganar metros a paso ligero, aliviando el peso de los portadores y facilitando el transcurrir de una hermandad que muevo más que un barrio. La talla de Eslava Rubio salió a la calle tras el complejo proceso de restauración que mantuvo a los hermanos en vilo durante las primeras semanas de la Cuaresma. Encajado entre un frisio morado de lirios y sobre un monte de claveles rojos, la imagen del Nazareno de los Pasos entre los balcones de Carretería ofreció una estampa de alabada estética que deja al cofrade con el dulzor en los labios.

Sin demora, al poco tiempo, toda calle Peña era de color blanca. A lo lejos se escuchaban los compases de Montserrat, de Pedro Morales, interpretada por la Banda de Música de la Esperanza que por segundo año consecutivo forjó los sonidos de la hermandad. El trono se adentró en Carretería después de dar una de esas curvas en las que hay que apretar los dientes y mantener la cabeza firme: "¡Aguantamos, señores. Aguantamos!", gritaba un capataz mientras la cola iba girando poco a poco hasta enderezarse en la calle. Entre nardos y rosas, reflejo inequívoco de una primavera de olor a azahar, la implorante imagen de Pío Mollar que otro año se reencontró con la ciudad para volver a San Lázaro entre arroz y pétalos.

Penas 

En el interior del Oratorio de Santa María Reina aún resonaban las palabras del obispo Catalá para que la hermandad de las Penas retomase la senda de ser, como el mismo prelado dijo, una piña. Su situación interna queda guardada en el terciopelo de las túnicas para ser uno, cortados todos los penitentes por el mismo rasero de color.

El tiempo, a veces enemigo de la humanidad, dio dos sustos en Pozos Dulces: el primero cuando una penitente con farol de cruz guía necesitó desprenderse del capirote tras sentir ahogamiento. El segundo con un síncope que fue atendido por Miguel Gutiérrez, médico y colaborador de Bajo Palio quien, ante el incidente, decidió soltar el micrófono para atender una vida sin dudar un instante.

Esa misma angustia la reflejan la talla del Cristo de la Agonía y la banda de cornetas y tambores de la archicofradía de la Esperanza. El desgarro interno de la talla se avista en la angustia de su mirada, detenida en la pared de su casa hermandad mientras el mecanismo elevaba al cielo la cruz tras salir del templo con el silencio debido, sin aplausos, tras la compleja maniobra. Tus lágrimas fueron el último alto de corneta antes de abandonar por Pozos Dulces la senda hacia las callejuelas de la ciudad.

Tras él, y frente a la cohorte de Francisco de la Torre, la Virgen de las Penas ahogaba su dolor en el manto de flores que, con motivo de los aniversarios de Santa Maria de la Victoria, compartía imagen a sus espaldas. La composición, pobre con respecto al virtuosismo de otros años, se basó en claveles y flores en tonos blancos. Tras el himno nacional, la marcha María Santísima de las Penas, de Pantión, sirvió para girar y descubrir al gran público sus espaldas. El cortejo debió esperar a la hermandad del Rocío en Fajardo para adentrarse en la cúpula verde y vivir la noche ente la centenaria calle Larios.

Nueva Esperanza 

Si Nueva Esperanza juega con alguna ventaja en sus altas horas de recorrido es en la posibilidad de buscar entornos favorecedores. Lejos de la tradicional estampa en el recorrido oficial o su paso por Tribuna de los Pobres, el reconvertido Perchel esconde estampas donde la hermandad se crece con altitud de miras para abandonar largas avenidas y puntos de fuga que se hacen eternos.

Cuando la cruz guía besó por primera vez el asfalto de la calle, la ausencia de uno de los capataces del Nazareno del Perdón estaba más que justificada. Todo encajaba cuando, en la sala de un hospital, nacía un nuevo cofrade, morado o verde. "Superad eso, pregoneros", sentenciaba su padre en redes sociales.

Entre Peso de la Harina, frente a los escaparates cerrados, el Nazareno del Perdón arriesgaba con un exorno floral en tonos rojos que contrastaban con el morado de las túnicas de los portadores. La restauración del dorado del trono destacó como nota que pone en valor el conjunto.

Más adelante, en una calle Mármoles con alta presencia de sillas pleglables, la Virgen de Nueva Esperanza presentó una cuidada estética floral de tonos suaves mientras el hermano mayor de Zamarrilla, Rafael Gallego, dirigía el trono de la Dolorosa a los sones de la marcha Y en Triana, la O que interpretaba la banda de música de la Consolación de Huelva. El caminar de un cortejo nutrido se vio soliviantado por la sombra una vez alcanzada la blanca ermita y a la vista del Cristo de los Milagros.

Y precisamente las líneas nazarenas fueron uno de los elementos más destacados de esta corporación. Avanzando sin cesar a su próximo destino, la basílica de la Esperanza, las filas se mantenían sin apenas espacio ni cortes, con gran número de velas. Por mantener margen de mejora, las mantillas, si bien ubicadas como dolientes tras el trono del Nazareno del Perdón, no se entienden en una jornada penitencial fuera del Triduo Pascual.

Estrella 

Resulta complicado recrear cualquier paisaje escenográfico de la salida de cofradía cuando, esta, en vez de comenzar su itinerario desde su sede canónica, opta por hacerlo desde una casa hermandad en la que nada acompaña. Ni su posición geográfica de espaldas a un túnel en obras y un hotel de ladrillos rojos, ni los plotters que "decoran" los balcones. Nada. Y lo más difícil dentro de este entramado es que la Estrella representa la iconografía -e incluso el espíritu- de los dominicos en la ciudad. Desde el gusto en el hábito blanco y negro con la estola hasta las múltiples referencias que completan el patrimonio. Gusta ver como "la guardería" sigue siendo una sección numerosa, signo inequívoco de que hay cantera. La confianza otorgada en el trabajo empieza a ver sus frutos en unas filas nazarenas bien nutridas y con un cierto orden, al menos en el Cristo. La misma oportunidad que debería tener Bomberos detrás de un trono, y más aún después de las complicaciones tenidas con la banda del Cautivo y la Malagueña. Sin embargo, la Victoria -otra vez el barrio- sonó a buen nivel detrás del trono del Cristo de la Humillación, elegantísimamente ataviado con la túnica blanca y las solapas plateadas, concordancia pasionista que pide a gritos un grupo escultórico para darle la plasticidad de requiere la escena. En la sección de la Virgen se pudieron apreciar algunos cortes entre tramos, dentro de un conjunto algo más reducido que el del Cristo. Pese a esto, crea una atmósfera emblemática el relucir del terciopelo azul con la cera blanca antes de la llegada de la Virgen de la Estrella. Recogida en su trono de caoba y plata, acompañó mucho al conjunto los ramos de rosas del mismo color, quedando ensombrado por alguna actitud un tanto fuera de tono de un portador a su paso por calle Cerezuela.

Rescate

El color, bendito ingrediente para la creación fotográfica, surge con esplendor de las túnicas nazarenas de la cofradía del Rescate. Una idiosincrasia que define el toque diferenciador de la hermandad Victoriana. Más allá de por los tonos cromáticos, se agradece que el cortejo del Cristo haya solucionado los problemas con descuelgues sufridos años anteriores, siendo en la actualidad una procesión unida y compacta hasta el encierro. A su salida de la Tribuna de los Pobres, una niña jugueteaba nerviosa con su bola de cera, esperando poco a poco que se impregnara de color rojo para que, cuando acabe la Semana Santa, vea orgullosa el trofeo logrado. Son los signos de una espera que se cuenta marcha atrás, reviviendo unas etapas que, con suerte quedan congeladas en la memoria. Ayuda precisamente a recrearlo la recuperación de un detalle en el plano musical: San Lorenzo Mártir interpretó Jesús del Rescate, de Artola, adaptada a agrupación musical por Álvaro López el año pasado. Embellece este enriquecimiento patrimonial, así como el frisio de rosas que exornó los pies del Señor, ataviado con una túnica lisa que le aportó mayor naturalidad y expresión.

La sección de la Virgen, entre túnicas moradas, capirotes negros y capas al viento, desfiló entre la compostura y el buen ritmo, quizá en tramos algo más cortos y dispar en ciertos puntos. Desde el lateral de la acera, un hombre de trono que seguramente saliera el lunes en procesión, se tocaba el hombro mientras veía pasar a la cofradía de su padre. Así, expectante, esperó a que pasara la Virgen de Gracia, que por fin se veía engalanada al completo en su trono procesional, con las nuevas cabezas de varal y el arco de campana, diseñados por Curro Claros y que contrastan con el neogótico plasmado en las capillas del trono de Antonio Martín. La plasticidad de su marcha homónima de Perfecto Artola tras el trono sigue recreando la banda sonora de toda una vida cofrade.

Sentencia 

Los aires góticos de la Virgen de Gracia desaparecían de la plaza de la Merced hacia calle Álamos cuando los penachos morados de la banda de cornetas y tambores de Nuestro Padre Jesús de Alhaurín de la Torre aparecían en perpendicular al trono. Sentencia estaba en la calle y, apenas minutos después de salir, demostró que el trabajo bien hecho durante días y meses surte efecto. Su cortejo nazareno destacó por su brillante presencia, sin estridencias, con la seriedad que requiere una procesión. ¿La clave del éxito? Insistir a los hermanos para que no dejen de lado su capirote, para enseñar que la túnica no es un disfraz o un abrigo, y que su misión es marcar el sendero a un Jesús que camina a sus últimas horas de vida tras tener que ver a Pilatos lavarse las manos. Frente a la indolencia, el compromiso de sus hermanos fue una nota de la que para muchas toca aprender.

Con la hora marcada para el trono y el grupo escultórico, que vendrán a ser sustituidos en unos años por la obra proyectada por Ruiz Montes, el Señor daba la primera curva en cadencia con Semana Santa en Sevilla. Tras él, el recuerdo de una de las principales figuras pictóricas de la ciudad, Revello de Toro, mantenía incólume sus estandartes en la sección de la Virgen del Rosario en sus Misterios Dolorosos.

La banda de música de La Paz interpretó el himno nacional a la salida, más complicada de lo que el ojo humano puede creer, para enlazar con la 'artolina' Virgen del Rosario, interrumpida con golpe de aro al bajar el trono uno de los invitados a tocar la campana que, lejos de la política, fue bendecido con la gracia por la propia hermandad. Entre las particularidades de la Virgen, conjunto ordenado de colores que armoniza el conjunto cuando la noche cae, destacó el tocado de la Dolorosa, en tonos blancos.

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