Semana Santa

A ti, Piedad

  • Hoy no podemos acompañarte por el sendero de luz y esperanza con el que cada Viernes Santo

A ti, Piedad.

A ti, Piedad. / Alejandro Herrera

Madre, hoy necesito sentir muy cerca tu protección y la ternura con la que siempre me conmueves, hoy necesito decirte que tus hijos sufren males que por ellos no pueden venir a verte.

Sí, lo sé, hace días que dejaste de ver almas devotas fundiendo rezos agarrados a la reja de tu capilla callejera del Molinillo, que solo oyes el eco de los ruegos desde sus casas.

Hoy necesito decirte que se nos parte el alma por no poder verte este Viernes Santo en alabanza de multitudes y sonidos celestiales, ni poder ungirte con aromas de incienso y lirios por las calles de Málaga.

Hoy no podemos acompañarte por el sendero de luz y esperanza con el que cada Viernes Santo, con cirios tiniebla de fe encendida en nuestras manos, entras en el corazón de tu Málaga Nazarena mostrando al mundo el inconmensurable amor entregado por tu Hijo y la infinita compasión de una Madre.

De gris adolece la tarde de este Viernes Santo que sin ti no llega, me acerco, y me sobrecoge el abismo en el que se pierde tu mirada, Piedad, y aunque no debo, poso mis dedos en la vertiente de tus lágrimas y siento que tu abnegada entrega permite mostrar al mundo el ejemplo misericordioso de tu hijo, tu dolor sin causar pena.

Y es que hoy, Madre Piadosa, necesitamos encontrar el consuelo infinito del Ser que yace en tu regazo, quién, por haber padecido el mayor sacrificio exigible, conoce bien nuestra limitada naturaleza humana y la debilidad que nos aqueja.

Tus hijos, Madre, muestran heridas que trasciende al alma, andan penitentes desorientados, hombres y mujeres agotados en el esfuerzo sin tregua, sin tiempo que medir, sin noche mágica de Semana Santa y luna llena, guiados por la Luz y el ejemplo que Cristo dejó en la tierra, entregan su vida los unos por los otros a cambio de palmas y sirenas de amor sueltas al aire de las tardes malagueñas de primavera.

Es Viernes Santo, y aunque veo en tus ojos, Señora de la Piedad, el reflejo cristal añil de los lirios, y en la mano de tu Hijo el clavel desprendido, ofrecido a manos de los hombres en formas tan diversas como matices tiene su infinita Gracia, Consuelo a los desvalidos, Caridad a los necesitados, Amparo a los afligidos, Esperanza a los que suplican la Salud en los Hospitales, y  Piedad para el mundo; también he visto que el caos no es infinito, que la Gloria está encendida, porque el Hijo de Dios que se hizo hombre, entregando su vida en el mayor ejemplo de amor, por designio divino ha resucitado y habita entre nosotros.

Llegarán de nuevo los signos inequívocos a las conciencias de los cristianos y cofrades malagueños que prepararán la rememoración de la historia de amor, la más grade y bella jamás sucedida, la vida, pasión, muerte y resurrección del Salvador del mundo. Por esta noche, en el año venidero, volveremos a sentir la necesidad de proclamar por las calles, públicamente, el amor a la Madre del Mesías, a la elegida para ostentar tan grande designio, y nos volveremos a confesar devotos marianos, fervorosos cofrades enamorados de una imagen con alma, Virgen de la Piedad, Nuestra Señora de la Piedad que habitas en el templo de fe que constituye la capilla del Molinillo.

Y entonces, un puñado de hombres y mujeres embelesados bajo tu trono reventaran sus hombros sobre los varales, María, y te  irán meciendo por las calles mientras ofrecerán plegarias embriagados por el incienso, la música celestial y las flores, exultantes gladiadores y gladiadoras de la devoción a tu santa Piedad, que comulgan con una provechosa forma de vivir, que no pueden siquiera explicar por qué también se emocionan con el sonido de las bambalinas de un palio de Virgen malagueña, o con el crujido del varal que mece tu trono, pero que a una sola voz obedecerán tus designios y te elevaran el cielo, con la entrega absoluta de quien no necesita ser conocido por sus méritos, de quien no le preocupa su sacrificio, porque saben que de ahí, de su esfuerzo, del reguero de tus lagrimas que lavan el sudor de sus frentes, de la oscuridad material que perciben en su penitencia, sale la inspiración para la mejores obras de su vida, aquí los tienes cada año Madre, haciendo que esto perdure a lo largo de los tiempos, son tus hijos, derrama tu bendición sobre ellos.

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