Entre bambalinas

Todos somos del mismo barro

  • Los retablos cerámicos, iniciativa de hermanos cofrades, sirven hoy de altares callejeros en los que seguir pidiendo salud

El Cristo de la Agonía, ante la cerámica de las Penas.

El Cristo de la Agonía, ante la cerámica de las Penas. / J. L. P.

Calle Peña guardaba, hasta unos días antes de empezar el confinamiento, un azulejo de la Virgen del Rocío tras una reja. El edificio, abandonado desde hace demasiado tiempo, está siendo rehabilitado. Cayetano Villodres, siempre dispuesto a romper algún esquema, se decantó por solicitar permiso para retirarlo y conservarlo. De poder celebrarse las procesiones hoy, hubiese sido la primera vez en muchos años en el que la imagen de Pío Mollar y el azulejo de Carmen Pastora no se hubiesen encontrado. Pero el reencuentro será posible.

Esos retablos cerámicos que sobreviven al expolio de nuestra ciudad (como el del Cristo de la Agonía en calle Granada) y los nuevos que se han ido incorporando en los últimos años son la forma más sencilla de ver en la calle a las devociones que no tocarán hoy el asfalto. Entre los rescatados, la hermandad de Nueva Esperanza contempla a María Auxiliadora al poco de incorporarse a Martínez Maldonado tras la desaparición del muestrario kitsch de la extinta Comercial Malagueña de Azulejos. En la Tribuna de los Pobres (siguiente objetivo de un tipo de martillo que gusta en exceso en la Casona) conviven el Nazareno del Perdón, la Virgen de la Estrella, el Cristo de la Sangre, el Rocío y la Esperanza. En la plazuela de Jesús Castellanos, la Sentencia y el Rosario. En el oratorio de Santa María Reina, las Penas. Casi pleno en el Martes Santo.

Todas esas cerámicas sirven como recuerdo. Detrás de cada una de ellas hay poco golpe de talonario y mucho esfuerzo de hermanos que decidieron hacer eternas a las tallas a las que les rezan. Algo que, en una economía como la que se presentará a partir de ahora ahora, parece ser difícil de plantear. Las prioridades cambian y los malagueños piensan ya cómo hacer equilibrios sobre una cuerda tan fina. Cuando llegue el tiempo de devolver la túnica a la casa hermandad también será momento de encajar a la cofradía.

Pero mientras, al igual que lo hace una estampa, una fotografía o una pintura, esos retablos cerámicos son los que permiten mantener a las cofradías en la calle durante su semana más sagrada. Cualquier poeta pensaría que están hechos de barro, el mismo material con el que Dios creó la humanidad. Aun con las prisas por no pasar mucho tiempo en la calle ante la actitud responsable de frenar la curva, ese fugaz reencuentro, sin pantallas ni “reenviados”, permite murmurar una oración. Y hoy se pide ante todo salud mientras el sol se refleja en el barniz de sus piezas. Ya hay ganas de que sea tiempo de darles también las gracias.

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