Málaga

Las autolesiones aumentan entre las adolescentes tras la pandemia

Un profesional del Chat de la Esperanza atiende a una persona.

Un profesional del Chat de la Esperanza atiende a una persona. / Javier Albiñana

Hacerse cortes, provocarse quemaduras, rascarse hasta hacerse daño, perforarse con agujas u otras formas de agredirse a sí mismos. Las derivaciones a Salud Mental por autolesiones se incrementan entre los adolescentes. Sobre todo, entre las jóvenes. El perfil más habitual es el de una chica de entre 15 y 19 años, aunque también hay varones.

“En la postpandemia se percibe un aumento de las demandas de atención por autolesiones en los dispositivos sanitarios, tanto de Urgencias como de Salud Mental”, asegura el miembro de la Sociedad Española de Psicología Clínica, Miguel Guerrero. “Es la conducta que más se incrementa, sobre todo en las chicas”, coincide la vicepresidenta del Teléfono de la Esperanza, Aurelia González.

Guerrero apunta, entre las hipótesis para explicar esta realidad, el impacto entre los jóvenes del confinamiento y las restricciones durante la pandemia, precisamente en una etapa de la vida en la que el contacto social es fundamental. Matiza que ahora se conocen más casos porque hay más, porque los profesionales están más sensibilizados y los detectan más y también porque los propios adolescentes lo cuentan más.

“Antes se ocultaba, ahora hay quienes se lesionan delante de 30.000 seguidores”, sostiene. Y en este punto advierte de lo “peligrosas” que son las redes sociales frente a estas conductas. En primer lugar, para la propia persona que puede reafirmarse en su comportamiento y en segundo lugar, para otras que puedan tener a imitarla. “Cuando se exponen en redes sociales estas conductas, se corre el riesgo de contagio en chicos vulnerables”, alerta el psicólogo.

Tanto Guerrero como González aclaran que, en general, las autolesiones no suponen una ideación suicida. “En el 90% de casos, la motivación no es querer quitarse la vida. Es una estrategia para regular el sufrimiento. Prefieren sentir el dolor físico antes que el psicológico”, apunta el profesional.

Para ello, se suelen autolesionar en la cara interna de los muslos o de los brazos y lo ocultan poniéndose pantalones o mangas largas. González comenta que en el Chat de la Esperanza puesto en marcha por su organización detectan un incremento de adolescentes que llaman con esta problemática. “No se sienten entendidos por su familia o sus amistades, porque los ven como raros. Pero en el anonimato del Chat sienten confianza y cuentan como se sienten. Son más chicas que chicos”, añade.

Para Guerrero hay que distinguir entre que sea un hecho aislado o habitual. En el primer caso, aconseja a los padres estar atentos porque puede ser un momento puntual de tensión o “la reacción a un evento como un examen o que la dejó el novio”. Pero si es recurrente, recomienda consultar a un especialista de Salud Mental. “No hay que dramatizar ni sobreactuar, pero tampoco banalizar estas conductas, ni minimizarlas”, aclara.

Porque aunque insiste en que las autolesiones “en muy pocos casos esconden una conducta suicida”, la mitad de las personas fallecidas por suicidio sí habían tenido antecedentes de autolesiones. “Son un mal predictor para conducta suicida en la edad adulta. Son un factor de riesgo para ideas suicidas o suicidios”, explica. Además, porque incide en que las autolesiones “son una forma de afrontar las emociones que no es sana”.

No siempre los padres o personas del entorno advierten estas conductas en sus seres queridos. Pero si las descubren, la recomendación del psicólogo clínico es rotunda: “No hay que juzgarlos, ni castigarlos ni superprotgerlos. Lo primero es escuchar sin juzgarlos”. Y si la conducta es repetitiva, “de forma pausada y sosegada, facilitarles el apoyo de un profesional en Salud Mental porque detrás de las autolesiones puede haber algún trastorno psicológico o una experiencia adversa, como acoso o abusos”.

Guerrero insiste en una idea: “Las autolesiones no son un comportamiento ni bueno ni malo, pero no es sano”. Y concreta que el 15% de los adolescentes las experimentan a lo largo de su vida.

Son conductas que pueden presentarse tanto en el seno de familias desestructuradas como normalizadas. Pueden ser a causa de un conflicto interpersonal, familiar o escolar. O señales de alarma de acoso o violencia. “Pero a veces puede ser la soledad o el vacío y lo drenan con la autoagresión”, indica el representante de la Sociedad de Psicología Clínica.

Con la autolesión, primero el individuo siente alivio. Pero luego aparece la culpa. Así se genera un círculo vicioso que puede derivar en un problema de Salud Mental.

La vicepresidenta del Teléfono de la Esperanza insiste en un concepto: “En las autolesiones, la intención no es suicidarse, sino sentir el dolor físico para no sentir el dolor emocional. Pero no es una conducta adaptativa sana para resolver los problemas emocionales”. Además, agrega que “el grado de autolesiones puede ser cada vez mayor y puede ser un camino hacia la conducta suicida; de manera que es un factor de riesgo para la conducta suicida”.

Por su parte, el psicólogo hace hincapié en que las autoagresiones no necesariamente suponen un problema psiquiátrico o psicológico. “Es una conducta que refleja un sufrimiento, pero no siempre conlleva un trastorno mental”, aclara. Después de la pandemia, las consultas de Salud Mental que más aumentaron fueron las de los jóvenes, siendo las más habituales las relativas a ideación suicida, ansiedad y depresión, trastornos de conducta alimentaria y autolesiones. Y son precisamente éstas las que más se incrementan.

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