Toros

Antológica tarde de toros en San Sebastián de los Reyes

El primer éxito de la tarde fue el de la taquilla, con los tendidos prácticamente llenos, que puede salvar una feria a la que este año se le ha dado la puntilla reduciéndola a una sola corrida de toros. En lo artístico, lo que se esperaba: éxito total de la terna, de la que destacó Manzanares con una faena de antología al quinto, aunque emborronada por la espada. El primero de Manzanares tuvo más genio que franqueza. El alicantino, tras unas bellas probaturas por abajo, fue prendido en la primera tanda por la derecha, por fortuna, sin consecuencias. A partir de ese momento la faena adquirió tintes de heroicidad, imponiéndose la raza del torero a las malas ideas del burel, al que acabó imponiéndose a base de exponer y de aguantar coladas y gañafones, hasta acabar pegándole pases meritorios por el derecho. Tras una gran estocada paseó las dos orejas. En el quinto llegó lo más emotivo, y más bonito e importante de la tarde. Tras brindar faena a El Chano, Manzanares bordó el toreo. Preciosa plasticidad, soberbio empaque, grandiosa naturalidad e innata elegancia para diseñar una obra prácticamente perfecta. Toreo, además, aromático, limpio y ligado sobre ambas manos. Qué pena el descabello, pues ahí se esfumó todo. Pero en la retina siempre perdurará la magistral obra de Manzanares.

Juli llevó a cabo una faena aseada a su primero, torito noblote, aunque muy sospechoso de pitones, al que pasó con limpieza y ligazón. Toreo mandón al natural y en los circulares finales, pero ayuno de profundidad. Lo importante es que a la gente le gustó el conjunto de la obra. Cortó dos orejas un tanto excesivas. El cuarto fue el toro más bonito y armónico del envío. Toro además con nobleza y durabilidad, con el que El Juli anduvo nuevamente sobrado y muy seguro. Otra cosa es que esa planta encorvada con la que ejecuta su toreo afee un tanto su quehacer, pero lo que es innegable es que posee una capacidad y una técnica magistral para resolver cualquier situación. El público volvió a entrar en una faena bien estructurada, que contó con un tramo final de mucho relajo y quietud, en la que Juli se emborrachó toreando con largura y mano baja. Otras dos orejas.

Puso mucho pundonor Del Alamo en su primero desde la larga cambiada en el tercio hasta la estocada final. Otra cosa fue la capacidad de resolución artística con un toro descompuesto, frenado y con tendencia a puntear los engaños. Labor de amor propio, epilogada con apretadas manoletinas, y finiquitada a la perfección con los aceros. Oreja al canto. El sexto fue otro gran toro al que Del Alamo instrumentó una notable faena en la que los mejores momentos surgieron en el toreo al natural. Qué bien le funciona la espada a este torero, salvoconducto para cortar dos orejas y salir a hombros con sus compañeros.

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