Toros

José Tomás triunfa, pero no convence

  • El diestro de Galapagar corta cinco orejas en su encerrona, pero no consigue ni una faena redonda

GANADERÍA: Toros de Núñez del Cuvillo, El Pilar y Victoriano del Río, de distinto juego. TOREROS: José Tomás, en solitario. Silencio, oreja, oreja tras aviso, dos orejas tras aviso, oreja tras aviso y ovación. Salió en hombros. Incidencias: Plaza de toros Monumental de Barcelona. Lleno de No hay billetes.

Triunfo grande el de José Tomás, en Barcelona, pero sólo por el número de orejas, cinco en seis toros, con la preceptiva salida final a hombros, pero sin convencer, porque ninguna faena fue redonda, sin grandeza artística ni derroche alguno de técnica, ni siquiera la emotiva congoja santo y seña de su estilo que tanta fama le ha deparado.

Todo preparado para una fiesta que al final fue más de ambiente que otra cosa. Triunfalismo y escaparate. Muchas orejas, pero poco contenido. La gente, como loca por su ídolo. En la plaza sólo había partidarios, no como cuando se anuncia terna y los que van a favor de un torero pueden estar contra uno de los otros dos.

Todo el tendido tomasista o tomista. Y lo prueba que nada más abrirse de capote en el primero, en los lances de tanteo, sin componer todavía la figura, ya estaban voceándose los primero olés. El público quería triunfo como fuera. Y aunque hubo cosas notables puntuales en casi todas las faenas, sin embargo faltó redondez. Ningún toro rompió para adelante, ni Tomás logró cuajar a uno de verdad.

Al primero de Núñez del Cuvillo, flojito y sin casta, lo cuidó mucho, llevándole a media altura, sin atacarle. Aun así, perdió las manos en todas las series. Tomás tiró siempre de él hacia delante, pero fue imposible apuntalarle. Insulso trasteo.

El segundo, de El Pilar, tuvo más pujanza. De hecho llegó a derribar en el primer encuentro con el caballo. Sin embargo, fue más la falta de fuerza del equino que otra cosa. Tardó Tomás en cogerle el aire con una primera parte de faena en la que abundaron los pases atropellados. El toro, sin humillar y pegando un tornillacito al rematar los viajes por el izquierdo. Hasta que se desmelenó el torero cambiando de mano, y sometiendo muy por abajo.

Ahí le pegó cuatro muy seguidos, limpios y mandones. Pasaje de buen toreo, aguantando Tomás por ese pitón, y el oro cada vez más entregado, embistiendo más seguido. Tuvo profundidad esta segunda parte de faena, aunque en el epílogo a dos manos volvió a faltar limpieza. Sin ser muy allá la estocada cortó una oreja. Primer trofeo fácil.

Tampoco debió caer la del tercero, sobre todo por la rúbrica con los aceros. Aunque hubiera sido más justa, pues la faena tuvo pasajes más emotivos. El toro, de Victoriano del Río, el de más clase. Tomás lo cuajó con el capote, lanceando con muy buen son, mecida la figura. Arte de verdad. El quite por chicuelinas, sin embargo, nada del otro mundo. Y en la muleta, de todo. Quietud en la apertura por alto, sin embargo, después faltó ritmo en lo fundamental. Los mejores muletazos, por el izquierdo, también de uno en uno, aunque en general de muy buen aire y con mucho ajuste.

Cuando la faena estaba en su punto álgido cometió el torero la torpeza de perderle la cara al toro, en un pase de pecho, saliendo por los aires. Fue sólo el golpe, pero hubo conmoción en la plaza. Y al volver, en un palmo de terreno, ligó una tanda más cambiándose de mano, por delante y por detrás, con cierto gusto.

No fue faena de gladiador a pesar del porrazo, más bien de pellizquito. Cayó otra oreja, la segunda en la tarde, a pesar otra vez de la falta de contundencia al matar.

Aunque el mayor despropósito, del presidente y del público, llegó en el cuarto, toro rebrincadito, un punto revoltoso, con el que Tomás se acopló sólo a medias, tanto que tuvo que recurrir a los molinetes entre series para tapar las carencias técnicas y artísticas de un trasteo acelerado y sin poso.

La estocada contó sobremanera para las dos orejas, y ayudó mucho también el paripé de los mulilleros, que enganchan, que no enganchan, mientras subía la presión, las voces más que pañuelos contra el palco, que al final se rindió. Propio de plaza menor. Y para abundar en ese ambiente verbenero, en la vuelta al ruedo le arrojaron a Tomás un gallo, al que los empleados de la plaza persiguieron tropezándose y provocando muchas risas.

La faena al quinto, muy liviana. No fue toro cómodo, sin entregarse. Tampoco lo sometió Tomás, enjaretándole muletazos espaciados, sin hilván. En un extraño del animal, voltereta también, sin que pasara nada. Lo bueno fue la estocada, entrando muy derecho y muy despacio, lo que se dice dejándose ver.

Ya en el sexto, toro basto, bruto y reservón, que encima fue a menos, Tomás salió del paso sin plantear ningún reto.

Lo bueno de la corrida, después de su análisis más o menos pormenorizado, el fin que tuvo, benéfico. Su recaudación irá a paliar problemas sociales en las zonas más desfavorecidas de México, país al que José Tomás está entrañablemente unido.

Y una duda. En el brindis del último toro a la cuadrilla de siempre, sus dos picadores y tres banderilleros que van con él. No a los que actuaron circunstancialmente ayer porque el reglamento obliga a llevar tres cuadrillas completas. José Tomás los abrazó a todos, uno por uno, ¿anunciándoles alguna decisión inminente de futuro sobre su permanencia en los ruedos?

Muy raro el brindis. El tiempo lo dirá.

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