Cuarta de abono de San Isidro

Lágrimas amargas y de torería

  • La frialdad del tendido y luego la espada le birlaron al Juli la Puerta Grande de su pueblo

  • Morante y Aguado se estrellaron en los toros de La Quinta

El Juli con la diestra a su segundo toro, con el que falló a espadas

El Juli con la diestra a su segundo toro, con el que falló a espadas / EFE

Íbamos a la llamada de dos toreros en los que Sevilla tiene depositadas sus complacencias y allí esperaba un torero local que cuajó una tarde para la posteridad. Morante y Aguado como reclamos con el aditamento también sevillano de La Quinta, el encaste que guarda como oro en paño la sangre de Santa Coloma, pero en la Monumental venteña aguardaba un tejón que se hizo con la tarde desde el paseíllo hasta que dobló el sexto toro.

Lo ortodoxo sería un relato cronológico y empezaríamos por la actuación de Morante, pero se nos permitirá la licencia de afrontar este compromiso con El Juli como planteamiento, nudo y desenlace de esta crónica. Y arrancaríamos con el llanto amargo de un torero que acababa de escribir una página para la historia del toreo, pero al que las circunstancias en primer término y la espada después le privaron de la dicha de embocar a hombros la calle de Alcalá.

Esa gran calle de Alcalá por donde suben y bajan los andaluces se quedó sin escenificar el paseo de Julián López, un madrileño que cuando sale a Las Ventas no lo hace precisamente al patio de su casa. Y esas exigencias con que lo tratan sus paisanos fue la primera causa para no atravesar la Puerta Grande, ya que su faena a Bellotero, el toro de la tarde debió haber concluido con una fuerte petición de la segunda oreja.

Todo quedó en un apéndice y a Julián le quedaba en su canana otro cartucho para redondear el triunfo. Ese quinto toro atendía por Gañafoto, cárdeno y, como varios hermanos más, cinqueño. El toro salió con peligro, pero no ese peligro sordo que sólo capta el que sabe de esto, sino peligro notorio que se cuela para irse a la barriga. Un toro imposible para el éxito, pero siempre que el torero que le toque no sea este Juli, comprometido, enciclopédico y experto conocedor de esta especie animal. Sale abanto, no se presta al capote del Juli y cuando tocan a matar, Gañafoto está emplazado en los medios.

Sin que nadie ose tocarlo, allá que va el torero para tirar la moneda y la moneda no acababa de caer hasta que cayó de cara gracias exclusivamente al conocimiento del Juli. Jugándose la barriga, el torero le mostró al toro el camino correcto. Sobándolo con conocimiento y decisión, el toro empezó a tomar la muleta con cierta clase. El milagro se había producido y era que El Juli le había adivinado unas condiciones que nadie había visto. Lo toreó por ambos pitones y en la tercera tanda, Gañafoto era una seda embistiendo. Qué maravilla de faena la de este Juli que venía con la Puerta del Príncipe calentita y que tenía en el bote la Puerta Grande de su pueblo, pero no pudo ser. Si en su primer toro topó con la frialdad de sus paisanos, en este quinto se le cruzó la espada en su camino. Y El Juli, ese torerazo, rompió a llorar amargamente en la intimidad del burladero antes de dar una clamorosa vuelta al ruedo, que paseó con las lágrimas de nada menos que de todo un hombre y un torerazo enorme.

Madrid se pirra con Morante y así lo esperaron los parroquianos de Las Ventas del Espíritu Santo. Al mago cigarrero le tocó en desgracia el peor lote de La Quinta, pero Madrid lo respetó en todo momento tras haberle animado al éxito aplaudiendo hasta algún amago de lance. Cómo sería el lote que no pudo dar un solo lance de su marca. Tampoco tuvo opción alguna en el último tercio y Madrid supo ver los obstáculos que estos santacolomas que él tanto solicitó les plantearon.

Cerraba la terna Pablo Aguado, el torero que una tarde silenció la grillera venteña con un toro de Montalvo y que era esperado con expectación. Pero Pablo, que salió de la Feria de Sevilla sin gloria, se iba a encontrar en Madrid con unos toros que no le dieron pie a su naturalidad. Y como el público le siseó cada vez que se salía de cacho para ligar los muletazos, no cupo el entendimiento y a ver si otro día... Pasó todo esto en la tarde del llanto amargo de todo un torerazo.

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