Unicaja

Copa del Rey: El Unicaja sueña en verde y morado

Posado de los jugadores del Unicaja.

Posado de los jugadores del Unicaja. / Javier Albiñana

En un momento de efervescencia del baloncesto español, en vísperas de la irrepetible plata de Los Ángeles’84, se disputó la primera Copa del Rey con concentración de equipos, eran los inicios de la era ACB. Primero fueron cuatro. Desde 1987, ocho. “La fórmula de la Coca Cola”, la definía Sergio Scariolo, ahora seleccionador nacional, años atrás. Una subasta de gloria instantánea, un título en cuatro días. Adrenalina por las nubes, confluencia de aficiones desde los cuatro puntos cardinales, gran ambiente. Los mejores talentos en siete partidos, en 280 minutos (prorrogables) en el escaparate.

Real Madrid-UCAM Murcia y Dreamland Gran Canaria-Valencia el jueves (18:00 y 21:00 horas) y Barcelona-Manresa y Unicaja-Lenovo Tenerife (misma hora) el viernes. Sábado las semifinales (igual horario) y domingo la final (18:30). Es la ruta conocida para alzar el primer título de 2024. Tres equipos de Euroliga (Real Madrid, campeón, Barcelona y Valencia), el actual campeón de Copa (Unicaja), el vigente de Eurocup (Gran Canaria), Lenovo Tenerife, Baxi Manresa (los dos han jugado Final Four de BCL recientemente y los canarios han levantado títulos) y UCAM Murcia. Un cartel que hubiera sido incluso mejorable por jerarquía con Baskonia y Joventut, pero los que están se lo han merecido sobradamente y son los que son.

Y es Málaga, por quinta vez en la historia, la anfitriona de esta competición que arrastra a 300 periodistas y que se ve en más 150 países, por todo el orbe. 7.500 personas vendrán a la Costa del Sol este fin de semana ex profeso para asistir al Carpena o a actividades relacionadas con la competición, que este año se ha intentado extender en el tiempo con un concierto de Lola Índigo de apertura el domingo pasado y más presencia con shows fuera del verdadero centro, en la avenida Miguel Mérida-Nicolich. Desde que el Carpena albergó en 2001 por primera vez la fase final de la Copa, ninguna ciudad fue sede en más ocasiones. Iguala Málaga a Madrid en este siglo XXI como la capital que más veces celebró la gran fiesta del baloncesto español. La tradición de baloncesto, el (excesivo a día de hoy) buen clima, las grandes conexiones y capacidad hotelera de la provincia la convierten en un lugar ideal. El evento se diluye en urbes más grandes como Madrid y Barcelona, no en Málaga. La llegada del Metro ayuda a absorber el público desde el Palacio. Los abonos se agotaron en menos de una hora. “Estoy convencido de que se llenaría un pabellón de 20.000 espectadores”, decía el director general de la ACB, José Miguel Calleja.

Los nuevos tiempos obligan a diversificar la oferta, el ocio que circunda a la competición para hacerla más atractiva. Pero lo mollar se encuentra en el 28x15 de un Carpena que lucirá un aspecto especial. En los últimos años se han visto iluminaciones diferentes para crear ambientes distintos con la Final Four de la BCL, el Torneo Centenario o las finales de la Copa Davis. El propósito es ese, que el envoltorio sea llamativo, pero lo que atrae es cuando el balón salta el aire. Es inevitable girar la vista al Unicaja. En las tres primeras Copas (2001, 2007 y 2014) el equipo quedó eliminado en los cuartos de final ante Real Madrid, Barcelona y Zaragoza. En 2020 se rompió esa barrera y se llegó a la final tras derrotas a Zaragoza y Andorra. Y ahora coincide con uno de los picos históricos de la entidad, con un juego deslumbrante, con un número muy reducido de derrotas.

Transmite el equipo de Ibon Navarro sensaciones muy potentes, pero las estadísticas y los precedentes son tozudos. Ningún equipo que no sea Real Madrid o Barcelona ha repetido dos años seguidos en la era ACB. Desde 2002, 22 años atrás, no gana un anfitrión, lo consiguió el Baskonia en el Buesa. Después hay más de una veintena de casos en lo que el público local no vio a su equipo alzar el trofeo. Converge también que el Unicaja ha ganado sus cinco títulos en Vrsac, Zaragoza, Vitoria, Valencia y Badalona, ninguno en sus dominios. No dejan de ser cifras, pero cuando son tan abrumadoras y contundentes obligan a considerarlas. Hay un componente de autopresión que el Unicaja, por ejemplo, no gestionó bien en mayo pasado en la Final Four de la Basketball Champions League. Le ocurre a los demás equipos también con cierta frecuencia, momentos de bloqueo cuando se juega en casa. Navegar sobre las expectativas, en un deporte en el que cada vez el aspecto mental es más determinante, no es sencillo. Y las de este Unicaja, merecidamente, son altísimas. Pero no es fácil. Se trata de ir día a día, cuarto a cuarto, minuto a minuto. Levantar la cabeza más allá es inútil, sobreponerse a los malos momentos, saber sufrir, dominar la escena. A partir de ahí, disfrutar con el espectáculo y soplar cuando sea necesario y el equipo necesite ayuda. Habrá mayoría de aficionados del Unicaja, pero no será la unanimidad habitual de los partidos de casa.

Málaga alumbró para el gran público a Pau Gasol. Da idea del paso del tiempo. El mejor jugador español de la historia asombró como nadie lo ha hecho en 2001, con 20 años, liderando al Barça a un título que quedó marcado. El nivel se colocó muy alto. Después venció el Barcelona en 2007 en una edición que se recuerda menos, con Dusko Ivanovic de entrenador y Jordi Trias como MVP. 2014 vio un tiro para el recuerdo de Sergio Llull sobre la bocina para liquidar al Barcelona en lo que fue una grandísima final. En 2020, el Unicaja llegó a la final derrengado, con varias bajas y jugadores al límite, ante un Real Madrid imperial liderado por Campazzo. Fue la diferencia más grande en una final. Ese Unicaja jugó el viernes a las 21:00 horas también, el mismo horario que tendrá el equipo de Ibon en esta edición. Permite que la Copa siga viva hasta bien entrada aunque se caiga eliminado, pero el esfuerzo suele condicionar mucho si hay que jugar, ojalá en clave verde y morada, tres partidos en menos de 72 horas.

En una Málaga pujante en muchos aspectos, que muchos malagueños pagan con una pérdida alarmante de poder adquisitivo, la Copa del Rey es un evento que vuelve a poner en el mapa deportivo a la ciudad, que vibra con el torneo. Lo más importante es que ha recobrado la ilusión por el baloncesto en la ciudad, que en un momento llegó a languidecer. Se vivió un repunte con esa Copa de 2020, un conato de regreso con un calendario favorable que después se desplomó con dos temporadas terribles. El torneo es una ilusión deportiva, pero lo más importante es el camino que se ha construido en este año y medio aluciante. Y, se gane o se pierda, disfrutar del espectáculo. Es una temporada histórica, por los resultados, por el juego, por el carisma que desprende una plantilla que contagia buen rollo. Es el gran pico de atención de la temporada del baloncesto español. No hay que olvidar que el vigente rey es el Unicaja. Y nunca hay que subestimar el corazón de un equipo campeón por más que todas las estadísticas estén en contra de partida. Más difícil que en Badalona...

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