Unicaja Baloncesto-Barcelona Lassa | Crónica

Nadie gana en Málaga (78-73)

  • El Unicaja consigue un gran triunfo, con un excepcional nivel defensivo, ante el líder

  • Wiltjer (14 puntos), máximo anotador

El Unicaja celebra la victoria en el centro de la pista.

El Unicaja celebra la victoria en el centro de la pista. / Marilú Báez

El Unicaja vuelve a sentise poderoso, capaz de ganarle a cualquiera. Se codea arriba en la tabla con los equipos de Euroliga y no se siente menor a nadie. El baloncesto, un soberbio baloncesto, le ha llevado a recuperar autoestima y a convencerse de que puede ser un año extraordinario. Demolió al Barcelona, un buen Barcelona, siendo mejor que él desde el principio al final, negando un cambio de liderazgo en el partido desde el segundo cuarto. Fue mejorable la gestión de los últimos minutos, pero se ganó (78-73) un partido simbólico. El líder hinca la rodilla en el Carpena en una jornada en la que también perdieron el Baskonia y el Madrid, metidos en la centrifugadora de la Euroliga, y se fantasea con una mayor apertura de la competición.

Cuando el Unicaja se siente poderoso y fuerte tiene faena ganarle. Tiene más autoestima el equipo y también el Carpena, que canta a capela el himno en un tiempo muerto después de un brutal mate de Shermadini que sentencia el partido y se queda a vitorear a sus jugadores un par de minutos. Los nuevos, sobre todo, como Wiltjer o Lessort, alucinan y responden a la grada, que saca músculo y siente que la obra de Casimiro le llena, la ha digerido completamente.

El equipo añade registros. Fue un partidazo defensivamente, de largo el mejor de la temporada en esa faceta. Era necesario fortificarse atrás. Hombres como Waczynski o Wiltjer no rehuyeron al contacto, se dominó en el rebote ante un rival muy poderoso ahí, el mejor de la Liga. A Casimiro le salió bien casi todo lo que ideó. Por ejemplo, los tres aleros jugaron a un gran nivel repartiéndose los minutos, quizá por primera vez en toda la temporada. Milosavljevic, Díez y Waczynski, cada uno en lo suyo, se pegaron con Hanga y Claver. Y ganó el de verde.

Fue un partido de pocos puntos para los 90 que rozan de promedio cada uno en la Liga Endesa. Y el equipo de Casimiro, como ya hiciera semanas atrás ante el Unics, supo adaptarse a esa exigencia. Existe ese temor, a que el Unicaja no ofrezca el nivel físico que demandan los mejores equipos. Ha salido cara, pero aunque hubiera salido cruz la noticia habría sido buena, que se compite.

Tras un primer cuarto de tanteo y algo errático, el Unicaja estiraba la cuerda. Grandes minutos defensivos, sin concesión de canastas fáciles, siendo duros en las dos canastas. Algunos detalles evitables, como una falta de Jaime Fernández, la segunda, o errar algunos tiros abiertos que en partidos de esta exigencias es obligado meter. Dominaba por 35-24, con opciones de romper el duelo por la dinámica. Grandes minutos de Dani Díez. Puntos, pelea en el rebote, entrega. Lessort, con su anarquía, también era dañino. Y Salin metía un par de tiros para abrir un hueco interesante. Pero el minuto final lo jugó mal el Unicaja. De 10 puntos de renta acabó en tres al descanso (37-34).

La salida del vestuario volvió a ser buena. A Alberto aún le falta confianza, pero acumula minutos de vuelto. Roberts puede, en algún momento, tener carencias defensivas. Pero tiene el mapa del partido en la cabeza. Y Wiltjer es una bendición. Su facilidad para armar el brazo da espacio y abre el campo. Es una delicia contemplarle cuando está verdaderamente inspirado. Y que responda en un partido así da confianza.

Volvió a asentarse en la franja de los 10 puntos el Unicaja. Unos fenomenales minutos de Waczynski propulsaban hasta los 12 de renta (62-50), pero Heurtel y Pangos, jugando a la vez, daban aire a un Barcelona que no se rendía. También Pesic ha recuperado una identidad combativa para el Barcelona.

Ya en el cuarto final, el Unicaja pudo escaparse algunas veces, pero el Barça apretaba mucho, tenía a tiro meter dos victorias de hueco con el segundo. Roberts se colocaba los galones. Y, con tres arriba, y en una situación complicada presionado por dos rivales, un Jaime Fernández algo acelerado, se inventó un pase para Shermadini, que machacó el aro rival y desbordó la alegría. El Unicaja se siente poderoso. Nadie gana en Málaga.

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